La independencia de Kosovo: ¿desatará una nueva guerra fría?
Desde fines de los años cuarentas hasta los de los ochentas el mundo vivió una guerra de posiciones entre Washington y Moscú. Tras el desplome del bloque socialista parecía que Rusia se movería hacia el capitalismo y a convertirse en un buen aliado de Occidente.
No obstante, Moscú puede haber cambiado de sistema económico y político pero hoy, tras salir de su gran declive productivo, ésta pugna por volver a ser una superpotencia. La independencia de Kosovo va a ser el nuevo punto de tensión que hará que vaya creciendo la nueva pugna entre Occidente y el Oso.
Kosovo
Kosovo se independiza con el apoyo de más de 16,000 tropas de la OTAN y el patrocinio de EEUU y la UE. Rusia, empero, como miembro permanente del consejo de seguridad de la ONU, vetará su ingreso en ésta.
La pugna entre Moscú y Occidente se acentuará. Serbia no tiene capacidad para ir a una nueva guerra aunque podría cortar el suministro de luz y otros bienes para su ex provincia. Putin querrá sacar provecho de que su gas suministra a Europa para presionar. El usará la cuestión kosovar para seguir planteando el rearme de su nación ante el nuevo escudo antimisiles de la OTAN y promoverá una política exterior más dura para potenciarse internamente (tiene elecciones) y externamente.
Los kosovares argumentan que el 90% de su población apoya la independencia, que Serbia mucho les oprimió y que tienen el derecho a la autodeterminación. Los serbios reclaman que en Kosovo nació su nación y que EEUU es injusto con ellos pues ésta es la sexta desmembración de su país que Washington y Berlín incentivan, mientras que han condenado a los serbios de Croacia a ser casi totalmente expulsados de ese país y a los de Bosnia a quedarse contra su voluntad en una república con un credo distinto al suyo.
La autodeterminación nacional que EEUU y la UE plantean a Kosovo es también limitada. El nuevo país depende de su seguridad de tropas extranjeras y su economía se sustenta el euro, a pesar de no estar en la eurozona o la UE. Kosovo, además, debe estar impedido de reunificarse con Albania (con quien comparte la misma lengua, cultura y bandera) o con los albaneses que son mayoría en el oeste de Macedonia.
¿Dos Albanias o dos Kosovos?
Mientras Belgrado acusa a EEUU de estar incentivando que hayan dos Albanias, Washington podría replicar que Serbia quiere ahora dos Kosovos. Esto, porque las áreas del norte donde hay una mayoría serbia siguen funcionando bajo la bandera, la moneda y las fuerzas de seguridad serbias.
Así como los albaneses de Kosovo pueden reivindicar su derecho a la autodeterminación nacional, los serbios que allí habitan también pueden demandar su derecho a seguir siendo parte de Serbia.
Para evitar dar más incentivos al nacionalismo serbio, la proclamación de la soberanía kosovar se dio apenas los moderados serbios ganaron las elecciones y juraron en el nuevo gobierno. Hoy la UE puede querer apaciguar a Belgrado ofreciéndoles una ruta para entrar a la UE, lo cual le abriría mercados y la posibilidad de enviar más nacionales suyos a trabajar a zonas que les produzcan más remesas.
No obstante, dentro de Serbia crecen los sectores que favorecen acercarse más al este hacia Rusia que al oeste hacia la UE. Estos radicales no estuvieron lejos de ganar las recientes elecciones generales.
¿Nueva guerra fría?
Desde la desintegración del bloque soviético en 1989 y 1991 la OTAN y la Unión Europea se fueron extendiendo hacia el este, a punto que hoy todos los antiguos socios de la URSS en el Pacto de Varsovia (y varias repúblicas que conformaron ésta, como las del Báltico) son parte de ambos organismos.
Sin embargo, con Putin Moscú ha buscado ir contrarrestar ello alentando movimientos internos proclives a Rusia dentro de Ucrania y Georgia y queriendo tender puentes hacia Bielorrusia y Serbia (a quienes, paradójicamente, Europa les tilda como bastiones de nacionalistas autoritarios).
Durante la guerra fría Moscú tenía un sistema de partido único totalitario que controlaba una economía centralmente planificada donde la empresa privada estaba muy restringida. Hoy, ese modelo ha sido remplazado por uno de corte capitalista en el cual se incentiva la creación de grandes corporaciones privadas y hay una suerte de democracia multipartidaria. Todo ello, claro está, con una alta dosis de autoritarismo caudillista (por parte de Putin) y mayor interferencia del Estado en el mercado.
Hoy no existe posibilidad alguna para que se re-construya la Unión Soviética ya sea como sistema social o como unidad geográfica. Todos los principales aliados del Kremlin en Europa ya son parte de la UE. Todos los movimientos de liberación nacional pro-Moscú en el Tercer Mundo se han acercado a Washington o a la UE (como es el caso de Cuba). Rusia ya no promueve ni promoverá nuevos movimientos socialistas o anti-imperialistas.
Sin embargo, Rusia quiere volver a ser una superpotencia y quiere valerse de su recuperación económica y de sus reservas de gas y oro negro para lograr ello. Quiere sacar provecho del empantanamiento de la OTAN en Iraq y Afganistán (el mismo que antes el Kremlin controló y cuya incapacidad de derrotar a los muyahidines fue algo que contribuyó a desintegrar a su poderío). De allí que Putin trata muy bien a Irán, Siria y Hamas (tan atacados por Bush) y recibe a Chávez.
De otro lado, la situación de China ha cambiado. Beijing ahora sigue teniendo el mismo Partido Comunista de Mao en el poder pero ya incentiva el mercado privado y ha dejado de considerar al Kremlin como su enemigo principal para empezar a coordinar con ésta para contrabalancear el peso de la Casa Blanca. China, entre tanto, ha desideologizado su política externa buscando convertirse en potencia incluso en África. De allí que Moscú puede tener una cobertura de Beijing ante Washington.
La independencia de Kosovo es vista en Moscú como un intento de debilitarles internacionalmente. En el futuro cercano es, por ello, inviable pensar que Kosovo pueda ser el siguiente país que siga a Timor Este en ser admitida en Naciones Unidas. Sin embargo, su separación oficial de Serbia acrecentará las tensiones entre la Casa Blanca y el Kremlin. No se volverá a la época de la guerra fría ideologizada, pero si será parte de un nuevo juego de poder entre la potencia que aspira a seguir siendo la hegemónica a nivel global y una que quiere volver a recuperar parte de su anterior autoridad.
Isaac BIGIO
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