La noche del 25 de mayo de 1974, la oficinista más importante del país - y quizás del mundo-, Rose Mary Woods, bailó tangos aquí en la Embajada Argentina pero, seguramente, con el pensamiento en un hombre acorralado - Richard M. Nixon-, que enfrentaba una situación sin precedentes: convertirse en el primer presidente de los Estados Unidos que renunciaba al cargo para dirigirse, humillado, a un ostracismo denigratorio.
Rose Mary Woods, de cuyo fallecimiento en Alliance, Ohio, se cumplirá un año el próximo 22 de enero, compartió, como secretaria particular, infinidad de momentos reservados con Nixon, quien había sido elegido en 1968 y reelegido en 1972, año en que él y sus cercanos colaboradores, cometerían el error más grande de sus vidas. Aquella noche, en la Oficina Oval de la Casa Blanca, quedó sin responder un tarjetón blanco de la misión diplomática latinoamericana, la que citaba a una cena para recordar la fecha patria argentina, enviada por el embajador del general Juan Domingo Perón, Alejandro Orfila quien, poco después, se convertiría en Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Pero sí concurrió el vice-presidente Gerald Ford quien, el 9 de agosto de 1974, sucedería a Nixon como culminación del escandaloso "Caso Watergate, pronunciando la histórica frase: "Una pesadilla ha terminado". Ford bailó tangos, como pudo, con su esposa Betty, e invitó a Mary Rose cuando sonó un vals al compás de la orquesta típica de Horacio Salgán, traída a propósito desde Buenos Aires. Y el nombre de Nixon, aunque omnipresente en el ágape, no fue pronunciado por los comensales. Lógicamente, los periodistas, nacionales y extranjeros, rondamos continuamente la mesa de Rose Mary Woods. Es que, por esos días, el matutino "The Washington Post", uno de los diarios que más revelaciones publicó sobre el espionaje del Partido Republicano en el Cuartel General de Partido Demócrata, instalado en el Edificio Watergate, a orillas del Río Potomac, mencionó varias veces el nombre de la secretaria. Y otros medios habían sugerido que la importante mecanógrafa y telefonista pudo haberse involucrado en el "cover up" o encubrimiento de pruebas, para un probable "impeachment" o juicio político contra Nixon. La acción, inocente o no, concretada por Woods, fue que borró o se le borraron accidentalmente, casi veinte minutos de una grabación de Nixon con su Jefe de Gabinete, H. R. Haldeman, que databa del 20 de junio de 1972. En ella, el entonces poderoso y grandemente aceptado presidente, supuestamente demostraba que estaba al corriente de ese acto delictivo que, finalmente, no sirvió para nada y lo defenestró, aunque no al violento estilo de lo ocurrido en Praga, en el siglo XVII. Rose Mary Woods se mudó a Alliance en 1976 y, hasta que murió, a los 87 años de edad, declinó hablar (despreciando grandes sumas) de su jefe en la mansión presidencial. El mismo mandatario que había terminado con la impopular Guerra de Vietnam, que abrió las puertas de la comunista China y alivió las tensiones con Moscú, todo gracias a la eficaz diplomacia de su Secretario de Estado Henry Kissinger, encargado, en el último acto, de recibirle su carta de renuncia. Así, Nixon dio lugar a otro hecho sin precendentes: su renuncia produjo la ascensión de un presidente no elegido por el pueblo estadounidense que tampoco habá sido votado para vicepresidente, sino seleccionado por el Jefe de la Casa Blanca. Geral Ford, rápidamente, le extendió un amplio "pardon", un gran perdón, indulto o amnistía oficial, que le permitió seguir en libertad y cobrar su sueldo hasta morir en California, el 22 de abril de 1994.
Raúl H. Riutor INPA
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