FERNANDO BELAÚNDE-TERRY

Washington DC (INPA) Próximamente se cumplirán 32 años de un hecho que tuvo gran impacto en Latinoamérica y, principalmente, en el Perú: el derrocado y desterrado presidente Fernando Belaúnde-Terry, a quien los militares gobernantes le negaban el ingreso a su país, se presentó en la localidad de Aguas Verdes, fronteriza con Ecuador, y propuso a las autoridades que lo tomaran preso, a cambio de la libertad, en Lima, de algunos correligionarios. Por mi parte, estaba al corriente de la conducta del arquitecto que gobernó constitucionalmente entre 1963 y 1968 porque, al abrir mi oficina número 953, en el National Press Building, el 29 de agosto de 1974, encontré un sobre blanco anónimo, sin estampillas, con el aviso "Very Urgent" y, en su interior, una hoja membretada y firmada con tinta azul que decía: "Mi estimado amigo Riutor: Antes de partir al sur le he pedido a un amigo que le entregue la adjunta información y documentos, que tendrán vigencia el viernes 30 de agosto a las 4 pm. Un cordial saludo". La noticia, que luego ocupó primeras páginas en Ecuador, Chile, Colombia, Bolivia, la Argentina, etc., aparte de lo expuesto, agregaba que Belaúnde-Terry había volado de Washington a Guayaquil, de donde siguió, por tierra, a la frontera peruano-ecuatoriana. Allá, había reclamado "su derecho de ingresar a su patria para asumir la defensa de los dirigentes de su partido, Acción Popular, enjuiciados por el gobierno de facto". Se les acusaba de haber instigado los desórdenes producidos en la capital peruana los días 28, 29 y 30 de julio, a raíz de la captura, por ese régimen, de todos los diarios independientes. El texto que el exiliado mandatario entregó a los confundidos y sorprendidos uniformados en el puesto fronterizo norteño, concluía:" Dije que estaba listo a ofrecer mi libertad a cambio de la que se ha privado a mis correligionarios. He venido a probar la sinceridad de mi determinación. Sólo me anima el cívico propósito de luchar por el restablecimiento de los derechos humanos y el imperio pleno de la libertad o - de ser yo mismo privado de ella -compartir en el suelo natal el honroso sacrificio de los que sufren prision por la fidelidad a sus ideales". La dictadura del general Juan Velasco Alvarado no lo dejó entrar, pero sí su sucesor, en 1975, el general Francisco Morales Bermúdez. Y, de inmediato, reinició su actividad política, con muy buenos resultados. En Lima, recordaríamos (no le descubrí ningún rencor) su estadía en Washington, cuando se me encomendó reabrir allá, a comienzos de 1976, la oficina de las agencias Reuter-Latín, que habían sido clausuradas por orden de Velasco Alvarado, alegando diversos motivos, y enviando al exterior al corresponsal de turno, que no alcanzó a despedirse de su familia. Posteriormente, Belaúnde-Terry volvió como presidente al Palacio Pizarrro (1980-1985) de donde tres coroneles lo habían desalojado - ¡en pijamas!-, la madrugada del 3 de octubre de 1968, sólo ocho meses antes de cumplir su mandato. El asalto ocurrió entre ruidos de tanques, camiones y algunos disparos al aire. El avión que sacó a Fernando Belaúnde-Terry (que falleció el 4 de junio de 2002) de Lima y el Perú, al amanecer, cruzó la Cordillera de los Andes y lo llevó a Buenos Aires donde, antes que nada, los funcionarios de la Oficina de Ceremonial debieron conseguirle ropa, zapatos...¡y desayuno!

Raúl H. Riutor INPA

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