Mujica

Mujica deja la Presidencia de la República con un reconocimiento nacional e internacional que, para mí, era impensable cuando asumió el 1º de marzo de 2010. Yo no tenía una clara conciencia de su posición ideológica, dentro del espectro de las izquierdas, ni compartía el lenguaje que utilizaba y utiliza para comunicarse con el pueblo.

En el primer rubro, no entendía lo de "Frente Grande" y más cuando sostuvo que para ganar debía aliarse "hasta con las culebras". Lo que pude entender es que daba prioridad a la "cantidad" sobre la calidad programática e ideológica.

En el segundo aspecto, -el lenguaje- no hago concesiones. Hay un film italiano, "Los niños nos miran" ("I bambini ci guardano", 1943 ), de Vittorio de Sica, y más cuando miran al Presidente de la República, que destaca el papel formativo -en el contenido y en la forma- de los que ocupan peldaños preferenciales en la organización social y política. (¡Vaya esta misma observación para algunos educadores y los medios de comunicación!).

Sin embargo, debo reconocer que la gestión de gobierno de José Mujica, me ha satisfecho plenamente. Nadie duda que la política está llena de compromisos, incluso en el Frente Amplio que es una coalición de fuerzas de izquierda con bases sociales heterogéneas., y esta dificultad la sorteó con habilidad, sin perder la calma, pero sin dejar de marcar con firmeza cuál era su pensamiento.

Ello explica que algunas "culebras" hayan vuelto a su nido, defraudadas porque fracasó su oportunismo.

Se menciona como su mejor discurso, el pronunciado en la Asamblea de las Naciones Unidas, por su contenido humanista y la advertencia que el consumismo desenfrenado conduce al despeñadero. Es la posición de un "estoico" -gusta citar a Séneca -, con una carga de idealismo filosófico que cautiva a los "soñadores" pero no a los políticos y a los hombres de negocios, cuyas preocupaciones son más terrenales.

No obstante, como estadista, no olvida la realidad en que se mueve y al volver a su despacho, le preocupa el aumento de las exportaciones -nuevas papeleras y minas de hierro o lo que sea, porque el país necesita más divisas ya que la clase media en ascenso consume todos los días más y si el crecimiento se detiene esa misma clase que encumbró al gobierno, lo derribará. ¿Cómo financiar la importación de 50 mil automóviles cero kmt cada año y los viajes de decena de miles de uruguayos al extranjero? Esta es la realidad.

Para mí, su mejor discurso fue el que pronunció en la primera reunión de la CELAC en Santiago de Chile, el 31 de enero de 2013. Allí expuso con claridad su visión estratégica para el Uruguay y América Latina en la época que estamos viviendo. En un pasaje expresó: "Tenemos enormes desafíos por todas partes...Pienso que este cambio verdaderamente cultural -se lo decía a Raúl (Raúl Castro) anoche-, es muy fácil estar de acuerdo con el que hemos estado de acuerdo toda la vida -la cuestión es que - antes no nos podíamos ni sentar- y ahora estamos dispuestos a cargar con la mochila de sus diferencias y andar juntos, y esto no se dio en la historia de nuestra América, y esto no pasa porque no esté entre nosotros el Patrón del Norte; es que estamos empezando a ser patrones de nosotros mismos y estamos intentando agarrar fuerza para construir un diálogo de igual a igual con cualquiera en el mundo. Por eso es un momento muy peculiar, muy particular y yo quiero llamar la atención porque una cosa son las cosas que se dan y otra cosa es la que la conciencia cementa. Ahora hay que ponerle cultura".

Este encendido alegato de defensa de la integración de América Latina y el Caribe es, en mi opinión, el principal legado que deja Mujica a las generaciones futuras uruguayas y, en lo inmediato, al tercer gobierno del Frente Amplio.

Por otra parte, su forma de vida, sus dichos y ocurrencias, así como el hábil manejo del laberinto mediático, unido a su sensibilidad por el sufrimiento colectivo y, al mismo tiempo, su realismo político, le confieren una personalidad sin igual en el país y quizás en el mundo, que ofrece un campo fértil a la reflexión en una época cargada de complejos desafíos.

Ruiz Pereyra Faget

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