Equivocados, pero quedaron en la historia
Por: Aída Bolín
Dallas, Texas, EE.UU. (INPA) El siglo XXI seguramente nos traerá nombres de gobernantes u otras personalidades que, como sucedió desde 1800, son más recordados por sus escasos errores y equivocaciones que por sus numerosos aciertos o acciones que terminaron con éxito.
El presidente Richard Nixon - que abrió China para los Estados Unidos y mandó terminar con la Guerra de Vietnam-, es mencionado, en cambio, por el "Caso Watergate", considerado "menor" o "corriente", en otras latitudes.
Napoleón Bonaparte ganó innumerables batallas, fue emperador de Francia y "dueño" de casi toda Europa. Pero se equivocó con la invasión a Rusia, donde gran parte de sus 500.000 soldados murieron de frío, hambre o comidos por los piojos. Por su supuesto, su combate más recordado es el de Waterloo (Bélgica), que perdió en 1815 y lo envió a carceleros ingleses en la isla africana de Santa Elena, donde murió.
Los mismos errores de cálculo cometió Adolf Hitler, al enfilar sus tanques y camiones hacia Moscú. El invierno de la Unión Soviética fue el gran aliado del país comunista. Hitler perdió la Segunda Guerra Mundial y se suicidó en Berlín, en 1945.
En Latinoamérica, Ernesto "Che" Guevara estaba alto en el liderazgo de Cuba; pero optó por irse a Bolivia "para crear muchos Vietnam", siguiendo su carrera de guerrillero iniciada al lado de Fidel Castro. Fue capturado, ejecutado y sus manos cortadas y enviadas para que las revisara la CIA.
El general Leopoldo Galtieri creía que Estados Unidos (conforme a su propia "Doctrina Monroe") respaldaría a la Argentina al recuperar por la fuerza las Islas Malvinas. Se equivocó. Y su régimen militar debió luchar contra Gran Bretaña, ayudada por sus "primos" americanos. Se perdió esa "guerrita". Y Galtieri la presidencia.
John F. Kennedy es más recordado por su asesinato aquí en 1963 que por su desempeño como presidente de los Estados Unidos. Luego se dijo que se equivocó al venir a la entonces hostil Dallas; y más aún, al ordenar que le sacaran la capota metálica a su auto blindado, para que los tejanos lo vieran.
En el primer viaje alrededor del mundo, Fernando de Magallanes se extravió en el Océano Pacífico, donde muchos de sus hombres murieron. Llegó, por error, a Filipinas; y ahí murió a manos del indio Lapu-Lapu en la Isla Mactan, al cometer otra equivocación: bajar ahí del barco "Victoria", el único que volvió a España, pero al mando de Juan Sebastián Elcano.
¿Será recordado George W. Bush por ocupar equivocadamente Irak, convencido de que estaba repleto de armas químicas de destrucción masiva, lo que luego llevó al ahorcamiento de su colega local Sadam Hussein?
¿Será recordado su antecesor, Bill Clinton, sólo por haber usado la Casa Blanca como lugar equivocado de "relaciones inapropiadas", con una bonita y joven estudiante, encuentros secretos y muy íntimos que su esposa Hillary Clinton le perdonó?
Increíblemente, muchos de los errores citados, como se ve, se van repitiendo a través de la historia. Pareciera que el "recién llegado" cree que si su predecesor no pudo atravesar un puente colgante, él podrá, es decir, no se equivocará en los pasos a dar en medio del bamboleo sobre el abismo.
La historia corroborada, repetida, insobornable, no logra llamarlos a la realidad. Y así les va. (INPA)
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