LA VICTORIA DE KIRCHNER DESDE LA MUERTE
Ya próxima la culminación de las exequias fúnebres del ex presidente argentino, Néstor Kirchner, fallecido sorpresivamente de un paro cardíaco, hace dos días, se pueden sacar alguas conclusiones políticas. Si bien su organismo había mostrado pruebas de deterioro, nadie duda de que fue víctima de la durísima batalla política que ha tenido que enfrentar desde hace siete años durante su gobierno y el de su esposa, Cristina Fernández, que ha sido continuidad y profundización de su proyecto político.
Formado, junto con la actual mandataria, en la juventud peronista de los años 70 del siglo pasado, vinculado a la organización Montonera, de resistencia a la dictadura militar de los generales Onganía, Levingston y Lanusse, a la concepción nacionalista y antiimperialista de Juan Perón, agregó algunas ideas liberadoras y latinoamericanistas de Ernesto Guevara, convencido de que un país no puede alcanzar su estabilidad y felicidad sin justicia social. No habló nunca de socialismo pero sí de poner límites a la concentración de la riqueza.
Llegó al gobierno el 25 de mayo de 2003 expresando que era un hombre común, al que se le confiaba una gran responsabilidad y que cumpliría con su deber. Este deber era, sacar al país de la postración en que lo habían dejado diez años de políticas neoliberales y desmantelamiento del Estado, y revertir la dramática situación social, poniendo en marcha una política de crecimiento y distribución paralela de la renta.
Esta batalla la ganó demostrando que había políticas económicas alternativas a las recomendadas por el Fondo Monetario Internacional, síndico del capital financiero imperialista. Su segunda batalla, también ganada, fue anular la ley de punto final que clausuraba los juicios a los militares responsables del asesinato de 30 mil argentinos durante la última dictadura militar. Los juicios fueron reabiertos.
El crecimiento de su prestigio fu meteórico y en esa forma pudo transmitir exitosamente su investidura presidencial a su esposa, para asegurar la continuidad de su política, mientras él se entregaba a la tarea de reorganizar al Partido Justicialista (peronista), dividido en varias tendencias, una de las cuales había apoyado la gestión desquiciante del ex presidente, Carlos Menem. También utilizó su nueva posición para fortalecer el eje Venezuela-Brasil-Argentina, columa vertebral destinada a independizar a Sudamérica de la influencia determinante de Estados Unidos. Su compromiso en esta tarea, lo llevó a la Secretaría General de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) donde en el breve tiempo que ejerció el cargo procedió con rapidez y eficacia en dos instancias muy graves: las tensiones entre Colombia y Venezuela con el restablecimiento de las relaciones entre ambos países bolivarianos, y el apoyo continental al Presidente ecuatoriano, Rafael Correa, enfrentado a una conspiración de la Policía y la Fuerza Aérea.
El establishment que apoyó, en los inicios, su política económica, pronto marcó distancias cuando asoció la recuperación a la la mejor distribución de la renta. Y más aún cuando la Presidenta Cristina Fernández, depuró su gabinete de las figuras vacilantes que reclamaban un alto y una política de consenso con los grupos de poder. La batalla de cuatro meses con los monopolistas de la tierra que recurrieron a todos los métodos para oponerse a las retenciones que, presupuesto de por medio el gobierno trasladaba a sectores industriales y a servicios sociales- cuando estaban obteniendo ganancias siderales y la siguiente contra el monopolio mediático, pusieron a prueba la firmeza de la Presidente y de Néstor Kirchner pero su corazón debilitado no resistió.
En el momento de su muerte, las encuestas lo daban como el candidato con más posibilidades para alcanzar nuevamente la presidencia en el 2011. La oposición, sin posibilidades de encontrar un candidato único, trataba de dividirle su entorno político de Kirchner, alimentando ambiciones disimuladas.
No obstante, y paradójicamente, la muerte del gladiador como le llamó Maradona- se ha convertido en su última gran victoria cuya bandera enarbolará, con la entereza que la caracteriza, su esposa para lograr la reelección. Lo que hemos visto, en estas horas en Buenos Aires, es un plebiscito, cuyas imágenes han recorrido el mundo. No sólo Kirchner y Cristina Fernández han recibido un masivo apoyo popular que las encuestas ya deben estar midiendo- sino que la asistencia de los mandatarios sudamericanos, con la sola excepción de Perú, le está proporcionando a la línea de política exterior, inaugurada por Kirchner y Crisitina, una dimensión de tal fuerza continental que ambas serán muy difícil de revertir.
Ruiz Pereyra Faget
Montevideo
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