DOS POLÍTICAS ECONÓMICAS OPUESTAS ANTE LA CRISIS GLOBAL
Desde la década de los 70, los centros financieros mundiales, con especial epicentro en Wall Street y en la City de Londres, llegaron a la conclusión que los países periféricos, con grandes deudas externas, sólo podían depender de sus capitales y créditos para subsistir, sometiéndose a sus directivas que condenaban a éstos a una dependencia eterna.
Por Ruiz Pereyra Faget
Montevideo, Uruguai
Sin embargo la voluntad de los pueblos fue otra: recurriendo a un fortalecimiento del Estado en el campo de la economía, nacionalizando sus recursos naturales y separando las funciones de la moneda nacional de las monedas extranjeras, dentro de un marco macroeconómico equilibrado, podían seguir un camino propio, poniendo la economía al servicio de un desarrollo con inclusión social.
La oposición conservadora de las oligarquías tradicionales se opone a las políticas económicas que están instrumentando los gobiernos progresistas, respaldados por una sólida mayoría ciudadana, dentro de los límites que le impone el capitalismo, para enfrentar los coletazos que, inevitablemente, la crisis global provocará en nuestro continente, por una razón muy simple: nuestros países tienen un bajo nivel de industrialización y sus mercados internos, por razones sociales, carecen de una capacidad de consumo en relación con la magnitud de la población. La obtención de divisas -monedas extranjeras aceptadas en las transacciones internacionales- se obtienen a través de las exportaciones de alimentos y materias primas y, secundariamente, del turismo. Es natural que si se contrae la capacidad de compra del mercado mundial ello afectará las exportaciones. El resto del mundo tendrá que estimular el mercado interno, acelerando su industrialización con sus ahorros y administrando prudentemente sus reservas monetarias.
Para los países en desarrollo es fundamental tener un saldo favorable en el comercio exterior, pues las divisas que aporta son, como las del turismo, "genuinas". Otras, como los capitales "golondrina"", no lo son.
Por todo ello, una balanza comercial positiva y un presupuesto equilibrado, evitan el endeudamiento que es la trampa a las que nos han conducido las políticas neoliberales impulsadas desde los 70 por el capitalismo financiero desde su centro de poder, el Fondo Monetario Internacional.
Las crisis que ha tenido Argentina y Uruguay, desde 1980, son ilustrativas.
Argentina y Uruguay, sobrevaluaron artificialmente el peso, atándolo al dólar, para atraer capitales golondrinas que proporcionaron enormes ganancias a los especuladores y los bancos la amplia brecha de las tasas de interés.
A partir de allí, las potencias imperialistas exigieron la libertad en el movimiento de capitales. La "plata dulce" creó la ilusión de la prosperidad infinita, pero pronto las estructuras económicas retardatarias fueron incapaces de mantener exportaciones competitivas; el saldo desfavorable del intercambio comercial aumentó, se frenó el crecimiento, el déficit fiscal se amplió y el endeudamiento alcanzó niveles críticos que llevó a la fuga de capitales, desaparición del crédito externo y la cesación de pagos (Default).
Las crisis argentinas de 1981 y 2001, así como las uruguayas de 1982 y 2002, que siguió a la vecina, tienen características similares. Ambos tuvieron que romper la "tablita cambiaria" que les había impuesto el FMI.
En Uruguay, el presidente Jorge Batlle y su ministro de Economía Alberto Bensión -un hombre del sector financiero privado- permitieron durante seis meses, de enero a junio del 2002, que la fuga de capitales vaciara los bancos, perdiendo el Banco Central todas sus reservas en dólares, virtualmente quebrara el Banco Hipotecario y el Banco República al límite de sus posibilidades. El 31 de julio el gobierno tuvo que decretar el feriado bancario porque éstos habían quedado sin fondos.
Ambos bancos públicos que, junto con el Banco de Seguros, fueron pilares del ahorro nacional y de la inversión, fundados por Batlle y Ordóñez en 1911, resultaron, por primera vez en 91 años, seriamente deteriorados por esta política de suicidio económico nacional.
Ambos países estaban en bancarrota. La deuda de Argentina era del 160% del PBI y la uruguaya de 110%. Las dos, impagables.
¿Cómo salieron de la encrucijada? El presidente de Estados Unidos, George Bush Jr, sacó de la caja fuerte de la Casa Blanca, 1.500 millones de dólares y se los prestó a su amigo Jorge Batlle con la condición de que Uruguay mantuviera su "modelo" de "plaza financiera". Los tres partidos políticos aceptaron para evitar una crisis institucional y sus dirigentes expresaron muy seriamente que "Uruguay respetaría los contratos como lo había hecho siempre" (¿?). El país recuperó el crédito no sin antes firmar "Cartas de Intención" con el FMI en las que se comprometía a seguir las medidas que exigía.
Argentina, con problemas, más agudos tuvo que adoptar un cese de pagos parcial: respetaría las obligaciones con el FMI y la banca multilateral pero diferiría "sine die", las obligaciones con los bonistas (inversores privados). Estos recursos serían volcados a la economía para frenar la recesión y retomar el crecimiento. Sin embargo, el FMI, que es el síndico de todo el capitalismo, le suspendió los créditos por la suspensión de pagos al Club de París (organización de los inversores privados).
Uruguay no cambió de modelo económico; Argentina, sí y este cambio le significó quedar aislada del capitalismo internacional.
En un pequeño pero muy ilustrativo libro,."Vivir con lo nuestro"-, (escrito originalmente en 1983 y reeditado en el 2002 y 2009) el economista Aldo Ferrer -profesor de la Universidad de Buenos Aires- sostuvo que Argentina podía desarrollarse con sus propios recursos, sin depender del condicionado apoyo financiero externo, no para aislarse de un mundo globalizado sino para insertarse en él con un modelo propio, nacional y socialmente solidario. En la Introducción de la última edición, expresa: "Ahora a fines de la primera década del siglo XXI la economía argentina no registra situaciones críticas como en aquellos tiempos (1983 y 2002), sino un prolongado período de crecimiento, en un contexto macroeconómico ordenado. Se plantean ahora nuevos dilemas al desarrollo nacional, en un escenario en el cual lo que está en crisis no es nuestro país y su política económica, sino el orden mundial y la ideología económica predominante durante la mayor parte de nuestra historia contemporánea". A Continuación señala que la propuesta que realizó en las ediciones anteriores "es válida más allá de la coyuntura" porque el desarrollo económico en la Argentina, como en el resto del mundo, se sustenta, en primer lugar, sobre la movilización de los recursos propios y el ejercicio efectivo de la soberanía para incorporar la ciencia y la tecnología como palancas fundamentales de la transformación".
En Argentina hay un gran punto de inflexión de la política económica que es el abandono de la ilusión monetaria del 1 x 1; pero hay una segunda, que es la reanudación del pago a los bonistas, para "reinsertar al país en el contexto económico-financiero internacional".
Creo que esta fue la discrepancia fundamental entre el Ministro de Economía, Roberto Lavagna, y el Presidente Kichner y que motivó su renuncia el 28 de noviembre de 2005. El proyecto de éste, coincidiendo con Aldo Ferrer, era romper con el "status quo" financiero internacional con el objeto de modificar la estructura económica interna, dominada por el sector agro-exportador y el capital internacional, potenciando el desarrollo industrial, con "recursos propios" que obtenía, tanto en divisas como en impuestos, del sector tradicional agro-exportador. Lavagna, como lo ha dicho en declaraciones posteriores, el país no podría crecer sin inversión extranjera.
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Kichner, en su discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas, el 23 de setiembre de 2003, abordó el tema de la deuda en los siguientes términos: "Nos hacemos cargo como país de haber adoptado políticas ajenas para llegar a tal punto de endeudamiento, pero reclamamos que aquellos organismos internacionales que al imponer esas políticas contribuyeron, alentaron y favorecieron el crecimiento de esa deuda, también asuman su cuota de responsabilidad. Resulta casi una obviedad señalar que cuando una deuda tiene tal magnitud la responsabilidad no es sólo del deudor sino también del acreedor Es necesario entonces que se asuma el hecho cierto, verificable y en cierta medida de sentido común de la terrible dificultad que ofrece el pago de esa deuda.
Sin una concreta ayuda internacional que se encamine a permitir la reconstitución de la solvencia económica de los países endeudados y con ello su capacidad de pago, sin medidas que promuevan su crecimiento y desarrollo sustentable favoreciendo concretamente su acceso a los mercados y el crecimiento de sus exportaciones, el pago de la deuda se torna verdadera quimera". Reclamó la eliminación del proteccionismo de los países centrales y agregó: "En el desarrollo de exportaciones con valor agregado a los recursos naturales que la mayoría de los países endeudados poseen, pueden solventarse los primeros tramos del desarrollo sustentable, sin el cual sus acreedores deberán asumir sus quebrantos sin otra opción realista. Nunca se supo de nadie que pudiera cobrar deuda alguna de los que están muertos"
En su discurso de asunción, el 25 de mayo de 2003, Kichner había trazado las líneas generales de su "proyecto": "En nuestro proyecto ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente. No se trata de cerrarse al mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia, observación y compromiso con la Nación".
"Basta ver cómo los países más desarrollados protegen a sus trabajadores, a sus industrias y a sus productores. Se trata, entonces, de hacer nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres, sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo".
"Para eso es preciso promover políticas activas que permitan el desarrollo y el crecimiento económico del país, la generación de nuevos puestos de trabajo y la mejor y más justa distribución del ingreso. Como se comprenderá el Estado cobra en eso un papel principal, en que la presencia o la ausencia del Estado constituye toda una actitud política".
"Por supuesto no se trata de poner en marcha, una vez más, movimientos pendulares que vayan desde un Estado omnipresente y aplastante de la actividad privada a un Estado desertor y ausente, para retornar continuamente de extremo a extremo, en lo que parece ser una auténtica manía nacional que nos impide encontrar los justos, sensatos y necesarios equilibrios".
"Se trata de tener lo necesario para nuestro desarrollo, en una reingeniería que nos permita contar con un Estado inteligente. Queremos recuperar los valores de la solidaridad y la justicia social que nos permitan cambiar nuestra realidad actual para avanzar hacia la construcción de una sociedad más equilibrada, más madura y más justa. Sabemos que el mercado organiza económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona".
"Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. Es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y los consumidores. Actuaremos como lo que fuimos y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes, que quieren estar a la altura de las circunstancias asumiendo con dedicación las grandes responsabilidades que en representación del pueblo nos confieren".
Esta política, continuada por su esposa, condujo a una alianza entre la oligarquía y el imperialismo que veían retaceados sus privilegios, reivindicando el papel del mercado en términos absolutos.
No es un secreto para nadie, medianamente informado, que es la deuda pública la que alimenta al capital financiero. En nuestro país nació con la Guerra Grande (1839-1851) o quizás antes.
Todos los pronósticos agoreros -de los sectores argentinos interesados y de sus aliados externos- se han estrellado contra los hechos: el promedio de crecimiento económico, entre 2003 y 2011, es el más alto de América Latina; una caída en picada de la desocupación y de la franja de pobreza, un "colchón" de reservas monetarias internacionales genuinas que resistió en los últimos 5 años, fugas de capitales por 90 mil millones de dólares, y un cómodo superávit fiscal primario, que le permite cumplir con todas sus obligaciones internas y externas.
Sin embargo, la oposición política, apoyada por los principales medios que no ahorran descalificativos para la gestión gubernamental, ha llegado al borde de la desestabilización institucional, alentando conflictos en las fuerzas de seguridad, al que se agrega ahora, el secuestro de la Fragata "Libertad", en Ghana, atribuída por el Canciller Timerman a los "fondos buitres" que tienen su guarida en las Islas Cayman y, por Lavagna, al gobierno de Londres. Ambas explicaciones no son contradictorias porque Ghana forma parte de la Comunidad Británica de Naciones y, es muy probable, que haya recibido presiones del primer ministro Cameron bien conocido por sus estrechos vínculos con los banqueros de la City, envueltos ahora en grandes escándalos financieros según el periódico Daily Mail.
¿Causas? Las medidas que ha adoptado el gobierno argentino para controlar la fuga de capitales que, en los hechos, es un "golpe financiero" contra el Estado, como el que obligó al entonces presidente, Raúl Alfonsín, a entregarle el gobierno en forma anticipada a Saúl Menem, que recién pudo "calmar a los mercados", dos años después cuando designó a Domingo Cavallo, un servidor de las finanzas internacionales, Ministro de Economía y quien instrumentó de inmediato la conversión fija de un peso un dólar.
El ex ministro Lavagna, que se ha convertido hoy en un encarnizado opositor ha dicho estos días que el gobierno actual de su país "no debe durar ni un día menos ni un día más" pero que debe ser sustituido por otro que "ponga fin al caos". Contrastan sus palabras con la de Ferrer cuando escribe:
"Es necesario apalancar el gasto con incrementos de los ingresos reales destinados al consumo y la inversión, movilizar plenamente el ahorro interno y mantener los niveles de deuda en límites manejables con la capacidad de pagos interna y externa".
"El aumento de las exportaciones y el superávit del balance comercial pueden contribuir a la recuperación en el marco de políticas consistentes de equilibrio macroeconómico. La flotación del tipo de cambio y la fijación de la paridad por el mercado, somete los pagos internacionales a los movimientos de capitales especulativos y, en el caso, de las economías que descansan principalmente en la exportación de commoditiecs, a la apreciación persistente de la paridad, fenómeno conocido como la "enfermedad holandesa".
"Es necesario mantener tipos de cambio administrados a una paridad competitiva para la totalidad de la producción sujeta a la competencia internacional y controlar el movimiento de capitales especulativos".
"Asimismo, mantener niveles de reservas internacionales que permitan administrar los shocks externos, sin necesidad de recurrir a prestamistas de última instancia, cuyas condicionalidades agravan los problemas e implican severas cesiones de la capacidad de decidir la propia política económica".
"La administración de la moneda por una autoridad independiente, desvinculada de la conducción de toda la política económica, genera una fractura en la administración de la economía y subordina la autoridad monetaria a los intereses de los mercados financieros".
"La utilidad de ese aporte no se logra con la apertura indiscriminada a todo tipo de inversión extranjera, sino con la orientación de la misma hacia los objetivos fundamentales del desarrollo económico y social. Ejemplos importantes de este tipo de política selectiva, no indiscriminada, de incorporación de inversión extranjera, se encuentran en la República de Corea y otras economías exitosas de Asia.
"La presencia de la inversión extranjera es positiva cuando forma parte de un proceso profundo de industrialización, integración de las cadenas de valor, protagonismo del empresariado local y políticas públicas soberanas defensoras del desarrollo nacional".
Y el insigne profesor remata con esta sentencia inapelable:
"El neoliberalismo promueve la desregulación y apertura indiscriminada de los mercados, la privatización también indiscriminada de empresas públicas y la reducción del Estado a simple garante de la seguridad y el libre funcionamiento de los mercados".
"La experiencia argentina y en otros países de América latina y del resto del mundo, revela que esa visión es incompatible con el proceso de desarrollo y genera desequilibrios que culminan en crisis y grave deterioro de las condiciones sociales"(1).
(1) Diario Buenos Aires Económico, contratapa 04/08/2011.
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