Con la firma del tratado de colaboración militar entre el gobierno oligarca de Colombia y el gobierno guerrerista de Estados Unidos para la instalación de siete bases militares en territorio colombiano, las consecuencias nefastas que dicho tratado le acarrea al propio pueblo colombiano, nos hace exclamar ¡Pobre Colombia!
Autor: León Moraria
Con la firma del tratado de colaboración militar entre el gobierno oligarca de Colombia y el gobierno guerrerista de Estados Unidos para la instalación de siete bases militares en territorio colombiano, las consecuencias nefastas que dicho tratado le acarrea al propio pueblo colombiano, nos hace exclamar ¡Pobre Colombia!
Con la instalación de las siete bases militares, Colombia pierde la soberanía y pasa a ser colonia del imperio. No alcanza, ni siquiera, la categoría de Estado Libre Asociado, como Puerto Rico, cuyo pueblo libró heroica lucha para el cierre del polígono de tiro que el ejército estadounidense tenía instalado en la isla de Vieques. Tampoco tiene la dignidad del pueblo ecuatoriano que ordenó el cierre de la base de Manta. Ni la valentía del presidente Zelaya que propuso el cierre de la base de Palmerola (Soto Cano) y fue una de las razones del golpe de Estado. Similar propuesta ha hecho el presidente Lugo en Paraguay y ya le están anunciando un legal golpe de Estado. Bolivia expulsó al embajador gringo y Venezuela expulsó a la DEA y no permite el vuelo de naves gringas sobre su espacio aéreo. Ante la pérdida de soberanía no queda sino exclamar ¡Pobre Colombia!
Con la firma del tratado los militares gringos tendrán inmunidad frente a las leyes colombianas e impunidad por cuanto sus delitos (asesinatos, violaciones, narcotráfico), serán juzgados en tribunales gringos y recibidos como héroes que luchan por la seguridad de Estados Unidos y por la libertad y democracia del pueblo colombiano, a cuyo Congreso Nacional le impidieron hasta el derecho constitucional de pronunciase sobre la firma del tratado y la consecuente renuncia a la soberanía nacional ¡Pobre Colombia!
Con las siete bases militares gringas la ¡Pobre Colombia! alcanza la fase superior del guerrerismo y armamentismo al poseer el contingente militar y policial más numeroso de Latinoamérica (450.000 efectivos), complementado con las más desarrolladas tecnologías militares del imperio, dizque necesarias para combatir el narcotráfico. Tecnologías que, está demostrado, no sirven para combatirlo en las propias fronteras yanquis. Resulta paradójico que la llegada de tropas estadounidenses a países productores de alucinógenos (opio, cocaína), en lugar de disminuir la producción, ésta aumenta de inmediato. Fenómeno ocurrido durante los diez años del Plan Colombia y en Afganistán, el fundamentalismo del gobierno Talibán que había liquidado el tráfico de opio por cuanto lo prohíbe la religión islámica, en los ocho años de la invasión gringa y de la OTAN, el cultivo de amapolas aumentó en 90%. El narcotráfico financia el guerrerismo estadounidense (863 bases militares), y con el lavado de dólares pretende salvar de la quiebra a las entidades bancarias. El narcotráfico es el aceite que lubrica la economía gringa y la seguridad democrática de Uribe. ¡Pobre Colombia!
Las siete bases militares constituyen una amenaza permanente a la estabilidad de los países limítrofes, del Caribe, del Centro y Sudamérica, obligados a aumentar el gasto de vigilancia y defensa de sus fronteras ante la amenaza imperialista a sus riquezas naturales y a la estabilidad de sus democracias empeñadas en realizar cambios sociales. Con la patada que Uribe le da a la integración, ahora la ¡Pobre Colombia! está más aislada que nunca, de rodillas ante el imperio y de espaldas a Latinoamérica, a los planes de unidad sudamericana (Unasur). Nos duele lo que ocurre en Colombia por cuanto allá pasamos parte de nuestra niñez y juventud como estudiantes de bachillerato, lo cual crea un sentimiento de amor que marca nuestra existencia. ¡Pobre Colombia! Tan cerca de Venezuela y tan lejos del cielo.
Outra Colômbia é possível!!
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