Las desafiantes cuspides americanas
Muchas superan los 5000 metros de altura y esconden sus casi 7000, entre las nubes, meta de los montañistas que siempre les temen; pero cuyo sueño...¡es dominarlas!
Por: Marta Medina
Huarás, Ancash, Perú (INPA) Las grandes alturas, como las largas distancias y las profundidades oscuras y desconocidas, cautivaron la imaginación del ser humano desde los albores de la historia.
En las Américas, que ofrecen variadas, aunque peligrosas posibilidades, los montañistas, por ejemplo, pueden elegir cimas que no dejan de retar a los audaces.
Cerca de aquí está el monte Huascarán, un nevado de 6780 metros y, con unos veinte metros más, en la frontera chileno-argentina, está el Tupungato.
El boliviano Ancohuma se eleva, con nieve, 6920 metros, unos pocos menos que el argentino Aconcagua, considerado, con 6959, poseedor de la cima más aslta del continente americano.
Entre otras, que infunden respeto están Ojos del Salado, Bonete, las de Pissis, Mercedario y Llullaillaco (Argentina y Chile) y las de Orizaba, Popocatepetl e Iztacchuatl (México)
Algunas montañas tienen uno o más cráteres y son llamadas volcanes. Otras, reciben menos visitas como ser el Tocorpueri (Chile-Bolivia), Cerro Libertador (Argentina), Incahuasi (Argentina-Chile) o Yerupaja, en Huánuco, Perù.
El montañismo, o sea la práctica del excursionismo y deportes de montaña, también se lo conoce como alpinismo y andinismo, derivados de los Alpes, de Europa y de los Andes americanos.
Pero no es el viejo continente el que encierra las mayores alturas, sino en Asia, donde sobresasle el Everest que, con 8848 metros en el Himalaya, es el punto culminante del globo terráqueo.
Estos gigantes, que parecen leones agazapados prontos a pegar sus zarpazos, de tanto en tanto hacen notar su presencia con estremecimientos o con erupciones acompañadas de vapor de agua, gas, cenizas y humo, como ocurrio en agosto pasado con el volcán mexicano Popocateptl , de Puebla (casi 5500 metros).
También este año, cinco excursionistas (de entre 15 y 19 años) se extraviaron durante 40 horas en el volcán Iztaccihuatl, en Tlalmanalco, México; pero, afortunadamente, fueron rescatados cuando estaban desorientados a 3.300 metros de altura. Esa cumbre apagada suma casi 5400 metros. Y un teléfono celular los salvó para pedir auxilio.
A través del tiempo se han ido coleccionando diversas y escalofríantes historias sobre el montañismo.
Algunas hablan de pérdidas de pies y manos por congelamiento, otras de piernas enteras, abandono de cadáveres congelados, ante la imposibilidad de bajarlos a los campamentos más cercanos, desaparición de excursionistas y hasta ataques repentinos de locura que provocaron más tragedias que el frío, la nieve, el viento y los traicioneros precipicios.
Pero hombres y mujeres, que podrían estas más cómodos en alguna playa, bajo una palmera, sasboreando un trago largo, y gozando del horizonte grana, prefieren arriesgarse, sin embargo, en esas alturas desafiantes donde el menor descuido puede costarles, sencillamente, la vida (INPA)
Subscrever Pravda Telegram channel, Facebook, Twitter