¿Qué hacemos al respecto?
Una notoria deficiencia del currículo escolar radica en que el dominio que ejerce la lógica interna y los conocimientos específicos de cada disciplina por separado hacen perder el sentido integral que tiene la realidad. En el mundo real los fenómenos físicos o sociales no se presentan compartamentalizados como problemas de biología, historia, matemática o economía.
Tampoco los valores aparecen disociados de los problemas específicos sobre los que se discute, sea una obra estudiada en literatura, los puntos de vista en conflicto que desencadenan las guerras estudiadas en historia, el aprovechamiento económico y político de los recursos naturales que se estudian en geografía, el uso militar de la energía nuclear estudiada en química, la sexualidad en adolescentes, etc. Estudiar estos temas de modo monodisciplinario simplemente los empobrece; aburre y desmotiva a los estudiantes perdiendo la oportunidad de involucrarlos en algo interesante y relevante para sus vidas.
Propongo introducir al currículo, cuyo formato convencional es disociador, algunos elementos que hagan las veces de ejes integradores a través de una metodología de trabajo transversal que podría denominarse ¿Qué hacemos al respecto? Por ejemplo, hay una creciente disociación familiar ¿Qué hacemos al respecto?; enfrentamos la contaminación ambiental, la inseguridad ciudadana, el desempleo, la pobreza, la corrupción, la ineficiencia en la burocracia pública... ¿qué hacemos al respecto?
Quizá si nos propusiéramos ese tipo de aproximaciones como punto de partida para los estudios de los alumnos, éstos se volverían más relevantes e interesantes. Para saber cómo controlar el calentamiento global tendrían que estudiar los aspectos físico-químicos del medio ambiente, los aspectos geográficos y físicos de la tierra, el clima y los vientos, los efectos biológicos en los seres vivos y vegetales, los aspectos económicos de los daños a la salud y al patrimonio, la responsabilidad social planetaria frente al medio ambiente, los aspectos éticos del productor de contaminantes, etc. A ello habría que agregar los factores personales de los propios alumnos. ¿Cómo te sientes frente a los contaminadores? ¿Cómo imaginas tu vida y tu familia en un mundo altamente contaminado?, etc.
Este trabajo integrador que es tan natural y habitual para la educación inicial, se pierde en la primaria y especialmente la secundaria que sucumben ante el rigor disciplinario que imponen los académicos al currículo escolar. Sería bueno volver a la concepción integradora de los temas, tal como se trabajan en educación inicial, agregando a los problemas la pregunta cívica y ética: ¿qué hacemos al respecto?
CorreoPeru 16 5 2008 Leon Trahtemberg
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