Manaus, Amazonas, Brasil (INPA) Se dice que esta región de la América del Sur - la Amazonia-, abarca 7.000.000 de kilómetros cuadrados, es decir, cabrían aquí casi cuatro países como México. Se agrega que el Río Amazonas, que nace en la Cordillera de los Andes del Perú y desemboca en el Océano Atlántico, tiene una longitud de 6.500 kilómetros, de los cuales, la mitad, pertenece al Brasil. Esta corriente de agua dulce tiene una anchura que, en algunos lugares, sobrepasa los 6 kilómetros. Se alimenta de millares de afluentes, entre ellos los ríos Napo, Putumayo, Pastaza, Yapurá, Vaupes, Madeira, Tapajos, Tocantino y Río Negro el que, como ya veremos, guarda gran importancia para el futuro estratosférico. En ciertas zonas, el Amazonas alcanza unos 70 metros de profundidad y, a través del río venezolano Casiquiare, une sus aguas con el Orinoco, el mismo que en sus orillas posee inmensos yacimientos petrolíferos, crudos pesados que podrían convertirse en los últimos del planeta tierra, claro que para refinarlos en forma muy costosa. El Amazonas y el Misisipí, de Estados Unidos (el cual se extiende hasta el Golfo de México) están considerados como los más largos y caudalosos de América, superados en el mundo sólo por el Nilo. El otro coloso de nuestro continente es el Paraná, que recorre Brasil, Paraguay y la Argentina y, al final, es tomado por el Río de la Plata. Al explorador español Francisco de Orellana se le acredita el descubrimiento del Amazonas en 1542 y lo llamó Marañon, hoy, con el Ucayali, formadores de nuestro gigante, que habría albergado a unas mujeres guerreras fabulosas, diestras con el arco y las flechas. Orellana tuvo la valentía, fuerza, ingenuidad y ambiciones necesarias para inspeccionar durante más de dos años el Oriente ecuatoriano hasta Amapá, al Norte de las bocas del Amazonas, esperando, quizás, poder encontrar Eldorado, el supuesto emporio de incalculables riquezas. Aún hay oro en ese delta. Y también hierro y manganeso. Otro cofre de tesoros se halla en el alto Río Negro - que baña nuestro puerto-, en forma de niobio, seguramente desconocido para Orellana y sus heroicos, apestados y andrajosos acompañantes, pero no, también seguramente, para las actuales potencias. El niobio es un metal de color gris acero y número atómico 41, que se encuentra anclado en el tantalio, otro metal muy duro y denso. Se explicó que el niobio , mezclado con acero, se usa para el armado de los temibles cohetes intercontinentales, como los usados en Iraq, principalmente Bagdad, y los vehículos espaciales cada vez más reciclables, lo que rebaja los onerosos presupuestos en este campo. Agua dulce, árboles, minerales, la mitad de las especies de la Tierra, plantas indispensables para los laboratorios que producen diversos remedios, combustibles... Todos estos bienes, están desparramados en una decena de países que, desde comienzos del siglo XXI, aumentaron la vigilancia en las porciones que les corresponde. La idea es que la Cuenca del Amazonas beneficie a sus pobladores, en su mayoría pobres, en vez de aumentar sin límites el nivel de bienestar y gran consumo del reducido, insaciable - ¡y ávido!-, Primer Mundo.
María Socorro INPA
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