Los pragmáticos
Los pragmáticos son una especie de políticos propios de la clase dominante. No tienen una doctrina estratégica sino la de dirigir sus acciones allí donde se ofrecen las mejores oportunidades para obtener amplias y rápidas ganancias. Son cortoplacistas, mientras la oportunidad es beneficiosa y se resisten a reconocer su fracaso cuando los hechos siempre porfiados- cambian y la oportunidad se acaba.
Los pragmáticos promueven la formación de economistas para dirigir una economía cuyas leyes consideran eternas, olvidando su carácter histórico y social. Sus centros académicos preferidos son Harvard o la Escuela de Economía de Chicago.
Son conocidos genéricamente como Chicago Boys, según la irónica calificación de Volodia Teitelboim. Su Pope fue y es Milton Friedman, que los sigue inspirando.
Cuando Ronald Reagan alcanzó la Presidencia, el establishment de Wall Street, lo asistió con los escolares de Chicago que, por casualidad eran los directores o asesores de los grandes grupos financieros que recibieron la denominación de Reaganomics o también economistas de la oferta monetaria (Supply Side), como corriente adversa a los economistas de la demanda o keynesianos. Para los primeros, la inyección de dinero y la reducción de impuestos que serían volcados a la inversión, son las condiciones del crecimiento económico; para los segundos, la demanda o sea el consumo, tienen la prioridad de la política monetaria.
La prueba histórica de estas dos concepciones fue la Gran Crisis Económica de 1929-1933. La presidencia del republicano, Herbert Hoover, representa la primera corriente; la segunda, que sacó a Estados Unidos de la crisis, es el New Deal del Presidente Franklin Roosevelt. Hoy las dos políticas están nuevamente en pugna. Con Bush han fracasado estrepitosamente los Reaganomics y el Presidente electo, Barack Obama, se enfrenta a un desafío mayor al que tuvo Roosevelt, pues el consumo ha capitulado, aplastado por las deudas y el desempleo y los déficits fiscal y comercial son astronómicos.
El Uruguay también tiene sus pragmáticos en la derecha y, también, en la izquierda. Entre los primeros, Jorge Batlle es el más notorio. En 1965, a un año del fallecimiento de su padre, enterró definitivamente el programa estatista y proteccionista de éste y se definió, con el auxilio de Charlone, como un liberal tanto en política económica interna como externa. Todo ello, a pesar del fracaso de la política económica liberal de Azzini y de la crisis económica y financiera de nuestro país, en esos años.
Para dar este paso, que lo ponía en las antípodas de las posiciones de José Batlle y Ordóñez y de su padre, recurrió a una explicación ingeniosa (ingenio que más de una vez lo ha dejado en ridículo), invocando a José Ortega y Gasset. Éste decía en La rebelión de las masas: 'Yo soy yo y mi circunstancia; y si no la salvo a ella no me salvo yo. El ideal de Batlle y Ordóñez, decía Jorge en un artículo del suplemento del diario El Día, polemizando con Manuel Flores Silva-, es la justicia. Para alcanzar este objetivo, la circunstancia de principios de siglo XX, le dictó la política estatista pero, después de la Segunda Guerra Mundial, la circunstancia, aconsejaba otra política, para alcanzar el mismo objetivo de justicia. Entonces, no hay contradicción entre uno y otro programa pues las circunstancias han cambiado, pero no el objetivo.
El ex Ministro Danilo Astori es otro caso de pragmático. En su caso, la contradicción no es entre dos estadistas distintos como Luis Batlle y su hijo mayor, sino consigo mismo. Quizás también pueda invocar la célebre tesis de Ortega y Gasset porque sus posiciones de hoy están en el extremo opuesto a las de 1982 y 1989, cuando era un respetado alumno de Israel Wonsever, Luis Faroppa y Raúl Prebisch e incluso decía que había que hablar sin miedo de Revolución. Su fidelidad al cumplimiento de los contratos y a las condiciones impuestas por el capital expoliador extranjero, como requisito previo a la política económica así como su empecinado esfuerzo por alcanzar una alianza estratégica con el imperialismo norteamericano, constituyen su contemporáneo rostro pragmático. Podría decir, con Jorge Batlle, que son las circunstancias las que le han impuesto su nueva postura económica.
Pero ahora, con la crisis económica catastrófica que tiene su epicentro en el sistema financiero y en la economía norteamericana, las circunstancias están nuevamente cambiando. ¿Y qué hará el gobierno (dejemos de lado a la oposición porque los blancos y los colorados, asesorados por Chicago Boys como Isaac Alfie, Julio de Brum, Javier de Haedo, Michel Santo y otros de la misma escuela, ha quedado sin asunto)? ¿Seguirá respetando los contratos, cuando la propia banca norteamericana ha reventado a los connacionales y extranjeros (por ejemplo Lehman Brothers) que confiaron en ella?
Los pragmáticos de allá y de acá están en una encrucijada. En esta circunstancia ¿cuál es la política económica que ha de salvarnos? ¿Recurriremos al Estado para que fortalezca el consumo tomando a su cargo un amplio plan de obras públicas apelando a un mayor déficit fiscal y al contralor de las importaciones como le recomiendan los neokeynesianos a Obama? Estas preguntas no carecen de interés.
Ruiz Pereyra Faget
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