¿El reinado del dólar llega a su fin?
Por Ruiz Pereyra Faget (*)
Hace unos años, más precisamente en 1994, cuando se cumplían 50 años de los Acuerdos de Bretton Woods, escribí un artículo que titulé: El largo reinado del dólar . No estaba referido a la indiscutible potencia de la primer economía del mundo sino al hecho de que la moneda norteamericana era la principal divisa mundial, emitida por un banco central nacional y sin respaldo de oro.
En efecto, el 15 de agosto de 1971, el Presidente Richard Nixon había resuelto, unilateralmente, abandonar la paridad fija oro-dólar de 35 dólares la onza, comprometida en la Conferencia Monetaria Internacional de Bretton Woods de julio de 1944, por la cual Estados Unidos lograba para su billete verde el status de moneda universal de reserva.
Desde 1971, pues, el dólar, ha reinado sin respaldo metálico constituyendo un hecho sin precedentes en la historia. La libra esterlina que fue moneda universal después de la derrota de Napoleón, en 1815, hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918), tuvo siempre el respaldo del metal amarillo.
¿Cuál ha sido la razón del poder de este billete impreso que ya no es representativo de una mercancía y que, sin embargo, rige la mayor parte de las transacciones comerciales y financieras en el mundo, emitido por un país sin los límites que impone un respaldo metálico?
En nuestra profana opinión, la explicación hay que buscarla en el tamaño de la economía norteamericana y el poder político y militar de Estados Unidos para dominar y conquistar mercados. Es esta confianza de que el dólar siempre saldrá airoso porque detrás de él está el poderío del imperio lo que ha asegurado el dominio de una moneda ficticia.
Este razonamiento, si es correcto, ayudará a comprender la crisis económico-financiera (no sólo financiera ya que no existe nunca en forma aislada de la economía real) que está sacudiendo a Wall Street y a todos los mercados mundiales y sus eventuales consecuencias.
En agosto de 1971, Estados Unidos había perdido las dos terceras partes del oro que tenía en 1944 cuando impuso a Gran Bretaña el compromiso de Bretton Woods. Los factores combinados de la recuperación de Europa Occidental y Japón, las bases militares en todo el mundo, la carreta armamentista y la Guerra de Vietnam habían, por un lado, reducido el stock de oro que pasó a los bancos centrales de sus nuevos competidores comerciales mientras, paralelamente, la emisión, basándose en el privilegio de moneda única universal, se había salido de madre.
El Presidente De Gaulle, asesorado por Jacques Rueff, fue el primero que, en una famosa conferencia de prensa, el 4 de febrero de 1965, denunció la estafa y los riesgos que corría la economía mundial. El retiro de oro de Fort Knox, a 35 dólares la onza, se aceleró y Nixon tuvo que abandonar la convertibilidad y establecer la fluctuación del dólar. El precio del oro subió a las nubes y el mundo tuvo que enfrentar, como respuesta al desbarajuste monetario, los dos grandes schoks petroleros de la década de los 70 y el período denominado por los economistas de estancamiento con inflación (Stagflation).
El segundo schok petrolero de 1979, el derrocamiento del Shah de Irán (principal aliado, junto con Israel, de Estados Unidos en el Medio Oriente), la victoria de la Revolución Sandinista en Nicaragua y la intervención soviética en Afganistán, hechos todos ocurridos ese año, provocaron la derrota del Partido Demócrata, en el gobierno y la victoria del republicano Ronald Reagan. Éste proclamó la Cruzada contra el Imperio del Mal, llevando la estrategia armamentista al espacio exterior, al tiempo que bajaba los impuestos a la clase alta, elevaba la tasa de interés al 20% y provocaba el retorno masivo de dólares a Estados Unidos para financiar su proyecto guerrerista.
Según el economista norteamericano, James Grant, en un Editorial de Opinión, publicado por The New York Times el 24 de setiembre, los déficits comerciales acumulados desde 1982, llegan a los 6,7 billones (millones de millones) de dólares. Durante este período, la Reserva Federal ha continuado inyectando dinero, a tasas de interés interbancario muy bajas, estimulando una especulación desenfrenada, canalizada a través de Bancos de Inversión, sin ningún control estatal, con balances fraudulentos, avalados por las agencia calificadoras de riesgo. A este festín de plata dulce donde nadie ahorra y todos gastan, cambiando de casas y de automóviles, con el recorte del cupón, que ha servido para enmascarar los problemas económicos y sociales reales, el ex Presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, la denominó con frivolidad de exuberancia irracional (5 de diciembre de 1996).
El producto bruto norteamericano es, actualmente, de 15 billones de dólares y los expertos calculan que la deuda pública total ascenderá a los 11,4 billones. El proyecto de salvataje general presentado al Congreso por el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, un hombre de Goldman Sachs que está en dificultades, pretende limpiar las carteras basura de las instituciones financieras (las que él elija), sin tener en cuenta los problemas económicos y sociales que enfrenta el país. Paulson pide para ello poderes dictatoriales para intervenir, comprar y vender papeles sin valor, sin que nadie lo controle. Por elloestá encontrando dificultades en la Comisión Bancaria del Senado, aunque el tiempo corre a su favor y, al final, obtendrá, con algunos retoques, la aprobación de su plan de 700 mil millones de dólares.
La caída en dominó de los bancos de inversión, el aumento del déficit fiscal y de la emisión, así como la contracción del crédito, están generando no sólo una crisis doméstica sino global. La confianza en la estabilidad del dólar como moneda universal de reserva, ha recibido un duro golpe. Hoy, Europa, Japón y China son los principales acreedores de Estados Unidos y si bien estos países están obligados a esa estabilización, por razones comerciales y financieras, tienen que estar prevenidos por los efectos del coletazo de la crisis norteamericana sobre sus respectivas economías.
El enfrentamiento de este terremoto económico-financiero, que tiene un solo antecedente en 1929, puede llevar a una nueva Conferencia Monetaria Internacional que recoja los nuevos equilibrios económicos globales. El Presidente de Rusia ya lo planteó y el Presidente Lula dijo en las Naciones Unidas que la economía mundial no podía depender de los malabarismos de un grupo de grandes especuladores.
Si estos juicios alcanzan un consenso, el largo reinado del dólar puede estar acercándose a su fin.
(*) Docente libre de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Especialidad: Historia Contemporánea e Historia de la Educación Uruguaya.
http://www.bitacora.com.uy/noticia_1840_1.html
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