FIDEL, LA CIENCIA Y LA CONCIENCIA
por Ismael Clark
Acabo de disfrutar del Coloquio que sobre "Cuba y Fidel; Memoria y Futuro", auspiciara en días recientes la Fundación Guayasamín -con la colaboración de varias entidades cubanas- para celebrar el 80 cumpleaños del Comandante Fidel Castro.
Con singular acierto, una de las sesiones del evento fue dedicada al tema del pensamiento y la obra de Fidel en la gestación de una ciencia para la justicia social. Tuve entonces la oportunidad de escuchar reflexiones y anécdotas narradas de primera mano por eminentes científicos cubanos, que a lo largo de estos años han sido testigos excepcionales de la singular impronta de Fidel, de su pensamiento y su obra, sobre la ciencia cubana.
Habría que recordar ante todo qué ciencia (si así pudiera llamarse) había en Cuba antes del triunfo de la Revolución. Precursores sí hubo, por cierto, desde los mismos albores de la nacionalidad cubana y bastaría recordar a Varela, a Romay, a Poey, o simplemente evocar la excelsa figura de Finlay.
En la primera mitad del siglo pasado tuvimos a estudiosos insignes como Roig, de la Torre, Kourí, o a un erudito como Ortiz. No obstante, el régimen neocolonial imperante y la voracidad económica de los monopolios yanquis, accionaban como elementos de desaliento para cualquier empresa científica o tecnológica nacional.
Al comenzar la década de los ´50, en que los hechos políticos se precipitaran con el golpe militar de Batista, el asalto al Moncada y el desembarco del Granma, el panorama científico cubano era, cuando menos, deplorable. Así lo caracterizó una misión especial del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (el que hoy llamamos Banco Mundial) que visitó el país a solicitud del desgobierno entonces de turno. La llamada misión Truslow (en referencia a su experto principal) reportó no haber encontrado: "ningún laboratorio adecuado de investigación aplicada, público o privado".
Años después, en su informe al Primer Congreso del Partido, Fidel se referiría a esa depresiva situación pre-revolucionaria, y dejaría ver con claridad sus fuertes convicciones sobre el tema. Diría entonces:
"La investigación científica y técnica era de hecho desconocida en el país. En 1958 la educación superior no preparaba para satisfacer las necesidades del desarrollo y mucho menos las actividades de investigación. La urgencia de una revolución científica y técnica en el proceso revolucionario condujo al desarrollo de la actividad científica en diversos organismos y la fundación de la Academia de Ciencias en 1962 (...)".
En efecto, en fecha tan temprana como el 15 de enero de 1960, en un discurso improvisado ante los concurrentes a la celebración del XX Aniversario de la Sociedad Espeleológica, Fidel había expresado su visión sobre el tema cuando afirmara, de manera inequívoca, que "el futuro de nuestra patria tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que más estamos sembrando; lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia".
Poco después, en 1966, subrayaría ante un auditorio de jóvenes que "ninguna revolución social podría conducir al socialismo sin una revolución técnica ("ninguna sociedad humana llegará al comunismo sin una revolución técnica...".
Tras la liquidación del analfabetismo mediante la masiva y exitosa campaña de 1961, casi de inmediato se implantó la Reforma Universitaria, la cual fijó la investigación científica como componente indispensable de la educación superior. Ese propio año de 1962, el Gobierno Revolucionario estableció la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias. En años subsiguientes se fueron creando los primeros centros científicos en el seno de ésta, o al abrigo de la Universidad, como el Centro Nacional de Investigaciones Científicas, inaugurado en 1965.
Hoy el país cuenta con más de 220 entidades dedicadas a la ciencia y la tecnología. Algunas, como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, o el Centro de Inmunología Molecular, descuellan de entre sus pares de países en desarrollo y se comparan con modestia, pero sin vacilación, con sus colegas del Primer Mundo.
A medio siglo de la misión Truslow otro informe, preparado éste en el año 2001 para el Banco Mundial, por un equipo de la Corporación Rand, reflejaría que, entre los países de América Latina y el Caribe, sólo Brasil y Cuba emergían por encima de la media mundial (calculada según indicadores diseñados al efecto) en materia de creación de capacidades científicas.
Debe agregarse que tan importante como la creación de capacidades lo es su utilización, en la que también ha estado presente, en nuestro caso, la impronta de Fidel. La Revolución ha construido sólidas bases de equidad en el acceso y el uso del conocimiento en los cuales se expresa, a través de la educación y de la creación de capacidades científicas y tecnológicas, una posición de principios acerca del papel de la ciencia y la técnica para alcanzar los objetivos revolucionarios de justicia social.
En el proceso preparatorio a la Conferencia Mundial de Ciencia de 1999, una de las reuniones regionales celebradas -la de América del Norte- arribó a una reflexión de indudable nitidez:
"La ciencia de hoy parece estar atrapada en un fuego cruzado entre dos visiones opuestas del mundo. Por una parte, la ciencia es la principal herramienta de la ideología que actualmente dirige la economía mundial denominada sistema de libre mercado, orientada al crecimiento continuo y la búsqueda de riqueza individual. Por otra, la ciencia está llamada, de manera creciente, a producir conocimiento y tecnología que promueva la sustentabilidad ambiental, el desarrollo orientado hacia los pueblos y el manejo a largo plazo de los recursos".
La ciencia cubana, en cambio, guiada certeramente por el pensamiento y la obra de Fidel, ha seguido un rumbo firme y persistente en sus propósitos. A la altura de 1981, el Comandante en Jefe había precisado el horizonte metodológico, y también ético, que sirven de referencia a nuestra ciencia:
"Para tener acceso a la producción moderna y dominar las tecnologías avanzadas es imprescindible instruir a los hombres y mujeres que los van a manejar, formarlos para el mayor conocimiento de sus especialidades y dotarlos de una conciencia patriótica e internacionalista que permita realizar tanto los proyectos económicos y sociales propios como contribuir al desarrollo de la parte más urgida y que sufre en peor grado las consecuencias del pasado colonial".
Para el ideario revolucionario, ciencia y conciencia son tan inseparables como los polos de un imán. La consagrada dedicación de los científicos y su elevada ética apuntan hacia realizaciones cada vez más altas.
Cuando sobre el horizonte asomaban las negras nubes de lo que hemos llamado el Período Especial, aquella inevitable crisis resultante de la abrupta pérdida de nuestras principales relaciones económicas y comerciales tras el desplome del llamado campo socialista europeo y de la desintegración de la URSS, Fidel reiteró su confianza y optimismo ante los participantes en el Forum Nacional de Ciencia y Técnica, celebrado en 1991:
"Lo que tengamos en el futuro tenemos que crearlo nosotros, tenemos que conquistarlo con nuestros brazos, con nuestro sudor y con nuestra inteligencia. Podemos llegar a hacer mucho y podemos llegar muy lejos, porque tenemos lo que no tienen otros: la cantidad de talento acumulado en nuestra sociedad, la cantidad de inteligencias desarrolladas".
Esas inteligencias con las que el país puede contar hoy son el fruto de la Revolución, de la obra de Fidel.
El autor es Presidente de la Academia de Ciencias de Cuba.
Subscrever Pravda Telegram channel, Facebook, Twitter