27 de junio: un golpe anunciado
por Ruiz Pereyra Faget
Le llamo "un golpe anunciado" porque el proceso se inició el 12 de febrero de 1973, con el acuerdo alcanzado en la Base Aérea de Boiso Lanza por Juan María Bordaberry y tres sectores militares: los pachequistas Bolentini, Chiape Pose, etc), los seguidores de Gregorio Álvarez y los "Tenientes de Arrtigas" de Oscar Mario Aguerrondo. De allí nació el Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), incorporado al Poder Ejecutivo, violando la Constitución de la República. A partir de este momento, los militares asumen el gobierno, reduciendo el Parlamento a una posición secundaria. Finalmente, el 27 de junio el Parlamento fue disuelto y los derechos políticos establecidos en la carta fundamental, fueron conculcados. Lo que vino luego, fue el horror que, por otra parte, ya habían puesto en práctica los escuadrones de la muerte, organizados durante el gobierno de Pacheco Areco y la autonomía de los mandos militares en el primer año de gobierno "constitucional" de Bordaberry (1972).
El golpe del 27 de junio de 1973, fue la culminación de una crisis estructural que primero mostró la debilidad de nuestra economía, dominada por el latifundio y la succión de los recursos fiscales por la banca internacional prestamista, así como la incapacidad de los gobiernos, por su naturaleza clasista, para resolverla. Los síntomas aparecieron en 1953, después de la Paz de Corea. El batllismo perdió el gobierno en 1958 y el gobierno blanco, con la Reforma Azzini, organizó el festín de los latifundistas y los banqueros. Ya los ruidos de sables se sintieron en 1965, peligro que fue conjurado por el ascendiente militar y político que tenía el General ® Oacar Gestido, que ascendió a la Presidencia el 1 de marzo de 1967. Pero Gestido no pudo resolver la crisis y un infarto lo mató en la madrugada del 6 de diciembre de ese año. Le sucedió Pacheco Areco que quiso imponer a sangre y fuego las recetas del Fondo Monetario Internacional, gobernando cuatro años con Medidas Prontas de Seguridad, aplicando por primera vez la militarización de los funcionarios públicos y lanzando amenazas de golpe cuando el Parlamente intentaba levantarlas.
La izquierda uruguaya, dividida desde la Revolución Socialista en Rusia, en octubre de 1917 y agudizada por la "Guerra Fría" lanzada por Estados Unidos contra la Unión Soviética en 1947, recién fue superada en febrero de 1971, con la creación del Frente Amplio, presidido por el General Líber Seregni que había renunciado al Comando de la Región Militar Nº 1 -la más poderosa- por no compartir la decisión de Pacheco de utilizar a las Fuerzas Armadas como brazo ejecutor de la política represiva del gobierno. La nueva organización estaba integrada por todas las fuerzas de izquierda, con el respaldo de la clase obrera, y la mayor parte de la intelectualidad y juventud estudiosa, así como la pequeña burguesía progresista desprendida del Partido Colorado y del Partido Nacional, sumándose, además, el nuevo Partido Demócrata Cristiano surgido de la división de la vieja Unión Cívica. Un programa antioligárquico y antiimperialista, los unió a todos, el que fue expuesto detalladamente por el General Seregni -un batllista, amigo de Luis Batlle que estaba convencido que la crisis económica era "estructural"- en el primer acto público de la organización, realizado el 26 de marzo de 1971, en la Explanada Municipal. Fue un acto que conmovió a todo el país y provocó la reacción de las fuerzas de derecha, alentadas y financiadas por Estados Unidos, que trataron por todos los medios de ensuciar el período electoral, especialmente en el interior del país.
El Dr. Julio M. Sanguinetti, que fue Ministro de Educación y Cultura de Bordabgerry en 1972, inventó la teóría de los "dos demonios", para explicar la dictadura y justificar el Pacto del Club Naval que, en los hechos amnistiaba a los militares responsables de los crímenes cometidos contra todos los que defendían los cambios estructurales, lo que falta a la verdad. Los tupamaros, que habían optado por la acción directa contra el "pachecato", estaban militarmente derrotados en setiembre de 1972 y las Fuerzas Armadas debían regresar a los cuarteles. La verdad es que había un vacío de poder por la crisis de los partidos tradicionales y Estados Unidos temía un giro a la izquierda de América Latina, incluyendo a Uruguay que se preparaba para seguir el camino iniciado, en Chile, por la Unidad Popular, que llevó a la Presidencia a Salvador Allende, en 1970. En consecuencia, los golpistas actuaron con la guiñada de Washington y de la CIA que es su herramienta para estos casos.
Pese a los crímenes de lesa humanidad de la dictadura y su objetivo de destruir el movimiento social y político del pueblo organizado, el giro a la izquierda no pudo ser frenado, abriéndose (2005) en la historia del país una fase en que los seculares partidos tradicionales, refugio de la oligarquía, cedieron el gobierno a una alianza social de trabajadores y capas medias que tienen como desafío avanzar dentro de los estrechos marcos que le permite un capitalismo exacerbado y hegemónico a nivel mundial.