LOS CAÑONES DE CORREGIDOR

Cuando el viajero llega a esta isla fortificada de Corregidor, a unos 40 kilómetros de Manila, lo sorprenden el complejo de túneles Malinta, los cañones de la Segunda Guerra Mundial y el Pacific War Memorial, que recuerda a los estadounidenses, filipinos y japoneses que murieron aquí y en las cercanías de la Península de Bataán. Pero también asaltan su imaginación, las reminiscencias afines al general Douglas MacArthur, que defendió a Corregidor, la perdió y, después de tres años, la recuperó. ¿Qué tenía de importante este peñón con forma de renacuajo que apenas mide seis kilómetros de largo por menos de uno de ancho, en su parte más extendida y, además, carente entonces de agua potable? Se ha explicado que Corregidor y Bataán tuvieron sus valores de propaganda, tanto para los Aliados, como para Japón y que ambos lo explotaron al máximo. Para los Estados Unidos, entonces liderado por Franklin D. Roosevelt, estos dos territorios pequeños se convirtieron en símbolos de su compromiso con la libertad y la democracia. Para Japón, el Imperio del Sol Naciente, encabezado por el emperador Hirohito - que tras su ataque a Pearl Harbor ya había ocupado Tailandia, Guam, Wake, Hong Kong, Macao, Singapu, Sumatra, Java y Filipinas-, la conquista de Bataán y Corregidor, representaba su su fuerza, su poderío. Los japoneses, con más soldados y mejores armas, ganaron esas dos batallas. No obstante, en 1945, perdieron la guerra. El Malinta Túnel (aunque la población habla tagalo, el inglés es oficial), es una red de refugios con tres entradas que forma una cruz en el medio de la isla. Cerca de la entrada del Este tenía su cuartel MacArthur, en el que evitaba fumar su pipa debido a la falta de ventilación. Esas, y otras carencias, fueron un grave problema para el tuberculoso presidente filipino Manuel L. Quezón que, cuando Manila fue declarada "Ciudad Abierta", se refugió aquí con su familia y parte de su gabinete, en uno de los húmedos túneles, justo el 24 de diciembre de 1941. El primer bombardeo aéreo japonés sacudió todos los cimientos de Corregidor aquel 29 de diciembre, con toneladas y toneladas de bomas. Al día siguiente, fiesta nacional en honor del héroe filipino José Protasio Rizal, que fuera fusilado por los españoles en Manila en 1896, Quezón, en una de las bocas del Malinta y en presencia de su vicepresidente Sergio Osmeña, juró ante el juez Abad Santos su segundo mandato constitucional. No lo terminaría, al morir en los Estados Unidos, desde donde dirigía su "Gobierno en el Exilio". Cuando las cosas se pusieron feas, MacArthur recibió en estos túneles un mensaje de su jefe, el general George Marshall para que se trasladara a Australia. "Estoy muy ocupado por aquí", le respondio el general. Días más tarde, recibió otro mensaje similiar y también lo ignoró...¡y eso que estaba firmado por el mismo Roosevelt! El tercer mensaje tuvo que acatarlo, a principios de marzo de 1942: también estaba firmado por el Jefe de la Casa Blanca e incluía un plan para abandonar la isla. Su esposa, Jane, que se enteró de la noticia en el porch de su cottage, del cual nada queda, suspiró aliviada. Lo demás, es bien conocido: al irse de esta isla, le dijo a su suplente, el general George Moore, "Volveré". Y, cuando llegó al aeropuerto de Alice Springs, en Australia, le leyó a los periodistas un texto escrito en el dorso de un sobre usado que rezaba al final: "I shall return!" ¡Y volvió! El 20 de octubre de 1944, con 650 barcos de guerra, regresó a Leyte, una de las 7200 islas que tiene Filipinas. Y, el 2 de marzo de 1945, también regresó a Corregidor donde, ahora sí, comenzó el fin de Japón, apurado por el "Primer Bombardero Atómico" Harry Truman, sucesor de Roosevelt y poco afecto a los laureles y rebeldia del general MacArthur

Raúl H. Riutor INPA

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