Carlos Gardel

En torno al punto con el que terminamos la nota anterior, referido a los documentos obtenidos por Gardel, vamos a realizar algunas precisiones que no hicimos en su momento por temor a excedernos en el texto, pero que resultan importantes para que el asunto quede lo más claro posible. En primer lugar digamos que el artista gestionó algún otro documento pero que no reviste gran trascendencia. Digamos también que todos fueron documentos auténticos, sin objeciones jurídicas de índole alguna. En todos declara su nombre y apellido: Carlos Gardel. Igualmente reitera su lugar de nacimiento, Tacuarembó, República Oriental del Uruguay. Es, además, coincidente la fecha de su nacimiento, 11 de diciembre de 1887 y el nombre de su padre, “Carlos”. No así el nombre de su madre, a quien a veces denomina “María”, a veces “Bertha Gardel” o, en algún caso, “María Martínez”.

En lo concerniente a la infancia y adolescencia del cantor podemos afirmar que es el período menos conocido y que ha presentado muchas interrogantes a los investigadores. Hay claros indicadores de etapas vividas en Tacuarembó, en Montevideo, específicamente en el Barrio Sur y muchas referencias concretas a su vida en los alrededores del Mercado de Abasto en Buenos Aires.

Lo cierto es que el incipiente cantor ya se perfilaba. Cuando su rastro se puede seguir con más firmeza se lo ve cantando en cafetines, reuniones sociales, patios familiares, clubes políticos, en todos los ámbitos en que fuera adecuada la presencia de un cantor. También frecuentaba el ambiente teatral que siempre lo sedujo particularmente. En algún reportaje llegó a afirmar: “...podría decirse que yo nací en el teatro”. Integró mucho tiempo la famosa “claque” de aplaudidores profesionales; él ha recordado, de manera especial, a un célebre jefe de esos grupos conocido por el apodo de “Patasanta”. En los teatros seguía, fascinado, las actuaciones de los grandes divos del canto lírico a quienes después imitaba, siendo festejado por ellos mismos. En esos encuentros recibió consejos, por ejemplo, del famoso Titta Ruffo. También actuó como extra, hizo de utilero, tramoyista y lo que fuera.

Desde mediados de la primera década del siglo XX hasta 1911 se define una época que la historia oficial siempre consideró como una incógnita y que las actuales investigaciones han permitido alumbrar con hechos muy veraces como, por ejemplo, un período de detención cumplido en Ushuaia (Rep. Argentina) y algún tiempo vivido en nuestro país. Y precisamente en el año 1911 es que ocurre algo trascendente en la historia de nuestro artista. Debemos puntualizar que, por ese entonces, ya se lo ubica claramente en Buenos Aires.

En esa época ya tenía el cantor cierto reconocimiento en su barriada del Abasto al igual que, en otro barrio de la ciudad, José Razzano, un cantor nacido en Montevideo y radicado en Buenos Aires desde pequeño. Amigos comunes arreglan un encuentro que, para los seguidores de Razzano sería una “topada” en la cual éste “le bajaría el copete” a su “contrincante”. Según los testimonios resultó ser una jornada memorable en la cual ninguno salió “triunfador” sino que, por el contrario, se fundó una amistad que marcó a los artistas. Nació allí el dúo Gardel-Razzano, la pareja artística más célebre dentro del canto popular rioplatense. Su relación fraterna se mantuvo hasta la muerte del máximo cantor aunque pasó por momentos de ciertos distanciamientos que no corresponde abordar aquí por lo extenso del tema. El dueto se mantuvo hasta el año 1925. Razzano dejó entonces de cantar por problemas en sus cuerdas vocales pero siguió al lado de Gardel en tareas de administración y representación por varios años.

Un elemento importante a tener en cuenta es que en esos comienzos tanto Gardel solista como el dúo integraban su repertorio con temas criollos (zambas, estilos, canciones, cifras y otras). El tango estaba ausente aún. Corresponde a este período el inicio de las grabaciones discográficas. Entre los años 1912-13 concreta Gardel como solista un total de 14 registros (aunque en el contrato se mencionan 15) para el sello Columbia. Se ha hecho referencia a otras posibles grabaciones pero no se conoce material al respecto. Esta serie de Columbia tiene la particularidad de que el acompañamiento está a cargo del propio intérprete con su guitarra y como su manejo del instrumento era elemental se perciben simplemente algunos acordes apoyando el canto.

Estos cantores criollos venían a tomar el lugar, en la gran preferencia popular, de ese personaje tan particular que fue el payador. Este artista fue un cantor repentista mientras que el cantor que lo sucede interpreta obras creadas previamente. El payador daba rienda suelta a su inventiva improvisando en el momento sobre un tema que muchas veces era sugerido por el público mismo o en la famosa “payada de contrapunto”, especie de duelo cantado en el que se enfrentaban dos representantes del género. Se ha dicho en repetidas oportunidades que es precisamente del payador que Gardel toma uno de los elementos más importantes de su arte: la intención, la carga sentimental, el “modo de decir”. Él tuvo contacto con los grandes payadores de la época (Arturo de Nava, Juan Pedro López, Higinio Cazón, Gabino Ezeiza, José Betinotti, entre otros) y se ha afirmado que fue precisamente Betinotti quien le habría dicho: “con vos se acabaron los payadores”

Hugo Indart

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