Eleições em Uruguay sem surpresas

Ruiz Pereyra Faget

Elecciones en Uruguay sin sorpresas

El 25 de octubre se realizaron las elecciones en Uruguay para elegir al Presidente de la República por el período 2010-2015 y la renovación completa, para el mismo período, de las dos Cámaras del Poder Legislativo. El candidato presidencial, José Mujica, de la coalición de gobierno de centro-izquierda, Frente Amplio, obtuvo el 48% de los votos emitidos, batiendo por 19 puntos porcentuales al candidato conservador y ex titular del Ejecutivo (1990-1995), Luis Alberto Lacalle. Pero como la reforma constitucional de 1997 estableció el balotaje entre los dos candidatos más votados, si en la primera vuelta ninguno de los candidatos presentados obtiene la mitad más uno de los sufragios emitidos, habrá una segunda vuelta el 29 de noviembre.

En estos comicios 5 candidatos disputaron la Presidencia: Mujica, por el Frente Amplio; Luis A. Lacalle por el Partido Blanco; Pedro Bordaberry, por el Partido Colorado; Pablo Mieres por el Partido Independiente y Raúl Rodríguez por la izquierdista Asamblea Popular, un grupo escindido del Frente Amplio.. Realizado el escrutinio de los 2 millones trescientos mil votos sufragados, Mujica alcanzó el 48%; el candidato “Blanco”, el 29%; Bordaberry, el 17%; Mieres el 2.5% y Rodríguez el 0,5%.

Los Partidos Blanco y Colorado, expresan políticamente a la vieja oligarquía de la tierra, el comercio exterior y la banca que nació con el Estado Uruguayo en 1830. Son liberales y opuestos a la intervención del Estado en la economía, con excepción de los períodos en que gobernó José Batlle y Ordóñez (1903-1907 y 1911-1915) y Luis Batlle (1947-1951 y 1955-1958), ambos colorados que ampliaron extraordinariamente el área económica del Estado e impulsaron la industrialización y la educación en todos los niveles, dando lugar al nacimiento de una extensa clase media que es una de las características actuales del país. El Partido Blanco que hoy lidera Lacalle fue siempre antiestatista.y se opuso, en 1916, a la universalización de la enseñanza secundaria que, pese a esta oposición triunfó. El batllismo renunció, en 1965, en medio de una crisis económica estructural, a su paradigma fundacional (José Batlle y Ordóñez), desapareciendo toda distinción ideológica y programática con el Partido Blanco. Hoy, el ex presidente colorado, Julio Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000), dice que son una misma familia, unida por “valores comunes”. El surgimiento del Frente Amplio en 1971, fue el resultado de la reacción de los trabajadores y las capas medias que, sabiamente superando diferencias ideológicas, entendieron que la propuesta blanca y colorada de resolver la crisis, mediante un “cimbronazo” (expresión utilizada por Jorge Batlle, padrino político de Pedro Bordaberry), es decir la contracción violenta del nivel social, debía encontrar una alternativa política que acabara con la hegemonía de ambos partidos, abriendo el camino del poder a una nueva fuerza social y política que expresara la defensa y profundización de las conquistas sociales alcanzadas. Por responder a esta nueva realidad social, la Dictadura de 1973-1984 no pudo destruir al Frente Amplio resurgiendo con más fuerza después de la caída de aquella convirtiéndose en la actualidad en la indiscutible mayoría política de la nación.

Por ello, no sorprendió a nadie en este país que en la misma noche del 25, el candidato colorado, Pedro Bordaberry, le expresara su apoyo al candidato blanco, Lacalle, en la segunda vuelta. No obstante, aun suponiendo que los dos partidos reprodujeran la misma votación, la aritmética dice que sumados los 29 puntos porcentuales de Lacalle más los 17 de Bordaberry, no alcanzan a los 48 de Mujica. A esto se agrega que, en el supuesto muy lejano de que Lacalle ganara, no podría gobernar porque el Frente Amplio tiene la mayoría absoluta de los legisladores de ambas cámaras.

Pese a los intentos de Lacalle de presentarse ahora, despojándose de su identidad política e ideológica, argumentando su mayor experiencia política que Mujica, todos los uruguayos saben lo que hay debajo de la piel de cordero del candidato y de Bordaberry, hijo del ex dictador Juan María Bordaberry, cuyo padre impuso un régimen caracterizado por el mayor baño de sangre que ha tenido el país en su historia y del que su hijo, que se proclama el renovador de su partido, no ha realizado nunca la crítica. Dice simplemente que “no hay que mirar el pasado sino el futuro”. Debemos recordar que ese régimen fue cívico y militar, colorado y blanco, como todas las dictaduras que tuvo el Uruguay en casi 170 años de historia.

En las elecciones del domingo pasado se realizaron, además, dos plebiscitos: uno, por la anulación de la Ley de 1986 que excluyó a los militares por los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura de 1973 a 1984; y otro que establecía el voto epistolar para los 600 mil uruguayos que residen en el extranjero (18%). Ambas consultas fueron negativas: la primera obtuvo el 48% de aprobación y la segunda, el 37%. Se necesitaba para que triunfaran la mitad más uno de los votos emitidos. Las razones de estos resultados que han afligido a la ciudadanía democrática uruguaya, ensombreciendo las otras cifras electorales, merecen un comentario especial.

Montevideo

URUGUAY

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Author`s name Timothy Bancroft-Hinchey
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