ESPAÑA: ZAPATOS NUEVOS SOCIALISTAS

Son muchos los frentes que el presidente entrante ha encontrado abiertos, tanto en política interior como exterior y muchas también las promesas hechas en campaña por un candidato que poco esperaba convertirse en Presidente. El resultado es un Gobierno que da la sensación de que la chaqueta le tira de todas partes y al que le azuzan sus propios compromisos. Y aún así, algo les ha dado tiempo a hacer durante estos pocos meses.

En política exterior, Zapatero ha intentado desde que fue elegido candidato del PSOE a Presidente sacar a España del Pacto de las Azores y la alianza atlántica que éste supuso y llevarla de vuelta a Europa. O, lo que es lo mismo, cambiar las amistades de Blair, Miller, Berlusconi y -sobre todo- Bush por las de Chirac y Schroeder. Y le faltó tiempo para alinearse con ellos respecto al conflicto de Irak. Sólo unas horas después de tomar posesión del cargo, Zapatero decretaba el regreso inmediato de las tropas españolas desplegadas en Diwaniya y la mayoría social española veía por fin atendida la que ha sido su demanda más masiva en muchos años.

La primera y principal promesa había sido cumplida, pero también hay que decir que era una de las más fáciles y las dificultades esperan a la vuelta del verano.

En el norte de África sigue enquistado el conflicto de la antigua colonia española del Sahara Occidental. Marruecos quiere dejar clara su soberanía sobre ese territorio mientras que la mayoría de su población, organizada entorno al Frente POLISARIO, llevan años luchando para que se reconozca su derecho a decidir por sí mismos su futuro político. España siempre ha jugado a favor de las tesis saharauis (y especialmente los socialistas) por la deuda histórica que siente tras el abandono de su imperio africano en manos marroquíes tras la Marcha Verde, pero es ahora cuando empiezan a aflorar las facturas del cambio de rumbo de Zapatero.

Visto que la conexión Paris-Rabat se fortalece día a día, Zapatero comienza a recular pensando en eliminar piedras en el camino de Vuelta a Europa, pero olvida así el compromiso con un pueblo pequeño y cuyas protestas no le van a ensordecer. Es una renuncia a sus principios; si se quiere, una concesión hecha con el principal objetivo de estrechar las relaciones con Rabat que tanto interesan a Madrid y agradar de paso a París, pero la vida no es sólo una cuestión de intereses, o no debería serlo.

Y menos para un gobernante socialista. Aún es pronto y estas “minucias” se perdonan, pero así empiezan a quedarse los primeros pelos en la gatera socialista.

El otro asunto que centra la actualidad de la política exterior es el eterno conflicto de Gibraltar; un peñón de gran valor estratégico que se asoma al Estrecho de Gibraltar desde la bahía española de Algeciras. Este año se cumplen los trescientos años de ocupación británica y la herida escuece. Pero por si esto no fuera suficiente, y los españoles no quisieran ver que los habitantes de la roca se sienten encantados de ser ingleses y no españoles, las autoridades británicas parecen querer cobrar a Zapatero su abandono del barco atlántico a base de pequeñas bofetadas diplomáticas.

Así, en los últimos meses, la princesa Ana, el submarino nuclear Tireless y el ministro de Defensa, han evidenciado con su presencia en el peñón lo poco que les importan ahora las pataletas españolas y su poca disposición al arreglo de la cuestión con un gobierno del que nada pretenden y menos temen.

Hay algunas voces que ven en estos primeros pasos de la política exterior de Zapatero una obsesión de “el cambio por el cambio”; una tendencia a llevar la contraria a todo lo que recuerde a las políticas de Aznar, por el mero hecho de contrariarla sin pensar en los intereses del país. Pero es en la política interior donde parece que se encuentran más argumentos para refutar esta duda, porque poco se está distanciando la actuación del PSOE en los principales Asuntos de Estado de la que mantuvieron los gobiernos del Partido Popular.

Es una situación curiosa esta que se está produciendo en la nueva España de Zapatero; salvo el PP, todos los grupos de la cámara están desde “encantados” a “sólo ilusionados” por el cambio de gobierno, pero el caso es que hasta los más inconformistas parecen conformes. Pero a la vez, las expectativas que se han creado y las promesas que el propio Zapatero hizo durante la campaña ponen el listón tan alto que la desilusión amenaza con invadirnos más pronto que tarde.

Y digo que todo esto es curioso porque parece como si ya nos lo estuviéramos viendo venir encima todos. Y desde el principio. Basta con recordar el significativo mensaje que gritaban al presidente, precisamente sus fieles y aquella noche eufóricos votantes, que recién conocido el resultado de las urnas, le suplicaban una y otra vez "¡No nos falles, no nos falles!",….

Ahora, su partido en Cataluña tira de él para que reforme el modelo de Estado y dé más competencias a las nacionalidades históricas (País Vasco, Cataluña y Galicia) de camino a un modelo federal similar al estadounidense. Pero, al mismo tiempo, su partido en el resto del Estado le pide que no ceda a estas reivindicaciones para que no haya españoles de primera y segunda clase. Complicada situación para un Zapatero en estado de gracia aún. ¿Recuerdan aquello de …más dura será la caída? No sé, pero me da que este Gobierno se lo ha puesto muy difícil a sí mismo. ¿Qué pasará cuando los vascos voten este invierno el Plan Ibarretxe*** y la sonrisa de Zapatero y su tan manido talante sea sustituido por la fuerza y la imposición?, o cuando los jóvenes no encuentren las viviendas que se les habían prometido o cuando se privatice la televisión pública,…

Sí, me estoy poniendo en los presupuestos más pesimistas, pero lo considero necesario porque en política, si algo puede salir mal, es fácil que lo haga; y si en vez de una sola cosa, son tantas las que pueden torcerse y alejarse de la solución mágica que se esperaba y que había sido prometida, aún más.

La principal aportación a la sociedad de este cambio de orientación política que está dando España, que la hay y no es baladí, ha venido a resumirse como el talante y ha traído un viento fresco que se agradece extraordinariamente en el ambiente social.

Durante los últimos años del anterior Gobierno, la mentira y el menosprecio a la inteligencia de los ciudadanos han sido una constante que se ha evidenciado de muchas maneras enconando todos los ánimos hasta el límite: La sociedad española, claramente antimilitarista desde hace más de un siglo, expresó clarísimamente que no quería ir a la guerra – y menos a la invasión de los Estados Unidos a Irak- y fuimos después de que Aznar empeñara su palabra en el Congreso diciendo que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva y era una amenaza para España; La sociedad española exigió actuaciones y responsabilidades por la desastrosa gestión del hundimiento del petrolero Prestige en aguas gallegas y se nos dijo que todo estaba bien y que el problema de un petrolero partido por la mitad y hundido con 77.000 toneladas de fuel derramándose en el mar se reducía a “unos hilillos como de plastilina” que se irán solos (por cierto, quien lo dijo, quien dio la cara en todo aquél asunto parando los golpes a Aznar con semejantes argumentos, sería después designado sucesor en agradecimiento a los servicios prestados y es hoy el Secretario General del PP, Mariano Rajoy).

Si a esto sumamos casos como el del trasvase del Ebro para regar campos de golf y crear más desigualdades en el Mediterráneo a costa del medio ambiente, el decretazo, la reforma de la Ley de Enseñanza hecha para favorecer a los colegios privados sobre los públicos y otros cambios legislativos en sanidad, inmigración, temporalidad del trabajo,… se explica el por qué del resultado de las urnas del 14 de marzo, mucho más allá de los terribles atentados que sacudieron el corazón del país los días previos. Y explica también, tanto las esperanzas que esta sociedad ha puesto en Zapatero, como la obsesión de éste por diferenciar su política de la de su predecesor.

Esperamos haya descansado, pues, señor Zapatero, en sus vacaciones estivales, porque hasta ahora, esas ganas que había de recibirle (y de despedir a Aznar), la manga ancha que exigen los primeros pasos de un Gobierno para que se afiance y se le pueda criticar y, sobre todo, esa inoperante comisión que se ha montado para revolver en los atentados del 11 de marzo pasado y buscar en ellos más las victorias políticas que las enseñanzas para el futuro, han elevado una cortina de humo sobre su gestión que le ha librado de todas las críticas hasta el momento. Bueno, de todas salvo de las de la oposición, pero ahí sólo está un Partido Popular desconcertado aún tras la marcha de Aznar y cuyo crédito no es ahora muy grande después de su pasado reciente.

Pero en cualquier caso, ese humo desaparecerá en algún momento y quizá entonces eche de menos no haber aprovechado mejor este tiempo de gracia que entre todos le estamos concediendo, porque las pasada elecciones al Parlamento Europeo del 13 de Junio demostraron que los votantes pueden volver a darle la espalda (los resultados de PP y PSOE en escaños terminaron siendo casi parejos) y es difícil saber si lo harán porque incumpla sus promesas, o precisamente por todo lo contrario.

El secreto está ahora en elegir las batallas; decidir cuáles correrán la suerte de verse cumplidas y cuáles no para medir el recorrido que puede tener este Zapatero Presidente al que, por lo menos, ya tenemos algo muy importante que agradecerle y es que cuando veamos el telediario de la televisión pública o vayamos en un taxi y se hable de política o nos reunamos para comer en familia y se siente a la mesa “el hijo rojo”, no haya que acudir en tropel al cuarto de socorro. Bueno, al menos ya no siempre. Y de veras se agradece.(INPA)

***Nota: Se trata de la Propuesta de Reforma del Estatuto de Gernika (que rige a los vascos desde hace 25 años) que ha formulado el Ejecutivo vasco (compuesto por PNV, EA y EB) para su debate en el Parlamento vasco. Toma su nombre del Lehendakari -Presidente de la Comunidad- Juan José Ibarretxe (PNV) y propone discutir finalmente si en adelante los vascos que viven en la Comunidad Autónoma Vasca quieren ser independientes, o prefieren seguir “asociados libremente” al Estado español partiendo de la base de que ellos deciden; de que la soberanía reside en el pueblo vasco y el Estado no debe intervenir en su decisión.

Es "la patata más caliente" del nuevo Gobierno español, ya que el proceso puede desembocar en la convocatoria de un referéndum de autodeterminación que podría llevar al Lehendakari a la cárcel, con la enorme tensión que eso conllevaría o a la secesión de Euskadi.

Álvaro González López de Lerena INPA

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