Uruguay: Agustín U. Indart Curuchet

Un maestro que dio de si todo en pro del crecimiento de sus semejantes.

Hoy, habiendo tenido la enorme suerte de ubicar a uno de los hijos del mismo, el Sr. Hugo Indart Geymonat le hemos pedido que rescate del ayer su figura y nos cuente desde dentro, la vida de este maestro, padre y amigo que forma parte de nuestro patrimonio humano.

Que la tarea de todos y cada uno de nuestros maestros de hoy se vea alentada por el ejemplo y la dedicación de Indart Curuchet, quien a tantos años de habernos dejado, sigue presente en nuestra ciudad y en el recuerdo de familiares, amigos y coterraneos.

¿Cuál fue la fecha de nacimiento de Agustín Urbano Indart Curutchet? Nació el 25 de mayo de 1897 en la ciudad de Rosario.

¿Perteneció a una familia numerosa? Es el hijo menor del matrimonio conformado por Pedro Eustaquio Indart y Magdalena Curutchet. Este casamiento se llevó a cabo el 12 de mayo de 1888. Menciono los cuatro hijos respetando el orden de mayor a menor y sobre este punto quiero hacer, después, una precisión: Ana María (Nena), Pedro Bartolomé (Peruchín), Gregorio Atanasio (Goyo), Agustín Urbano (Chiche). Lo curioso de esta historia fue que la muerte fue encontrando a cada uno siguiendo un orden cronológico inverso a sus edades. Mi padre falleció el 5 de junio de 1952 (faltaban 16 días para que yo cumpliera 7 años), Goyo murió en el año 1960, Peruchín en 1961 y la tía Nena en 1972. El otro hecho que quiero mencionar es el fallecimiento de mi abuelo Pedro, ocurrido en octubre de 1897; obsérvese que mi padre tenía 5 meses de edad.

¿A qué se dedicaban sus padres? Mis abuelos tenían un comercio muy grande en Rosario, la Casa Indart que, después de faltar mi abuelo, entró en un período muy malo hasta terminar en la quiebra. Tiempo después la abuela Magdalena marchó con sus hijos para Montevideo. Como dato ilustrativo le digo que la Casa Indart se encontraba ubicada en la misma manzana que uno de los clásicos lugares del Rosario histórico, la confitería de Vicuña.

¿Dónde estudió? Quiero explicarle que este período de la vida de mi padre mantiene para mí algunas interrogantes que aún no he logrado aclarar del todo. De todas maneras le voy a explicar lo que sé. Hizo la escuela en Montevideo, o por lo menos la terminó; tengo una enorme fotografía de su sexto año escolar que voy a intentar “escanear” para poder enviársela. Por ahora le comunico los datos que figuran allí con la ubicación y otros detalles. Escuela General Artigas de Tercer Grado Nº 1 - Director: Enrique Reyes - 6º año C - Maestro: P. Charles - Avenida Canelones y Municipio (Martín C. Martínez) - Montevideo. Posteriormente realizó los estudios magisteriales en el Instituto Normal, en Montevideo, en el período en que ejerció la dirección del mismo Don Alberto Lasplaces. Ese plan, llamado de los “normalistas”, no requería el pasaje por Secundaria.

¿Qué sabe usted de su adolescencia? Con toda franqueza le digo que es ahora el momento más adecuado para el encabezamiento de la respuesta anterior. Confío en que, con el tiempo, llegaré a un panorama más claro sobre estas etapas. Si aunamos aquí el punto siguiente en el que me pregunta por amistades de esas épocas le puedo ofrecer algún elemento que, aunque escaso, considero que puede resultar significativo por lo trascendente de las figuras que están involucradas. Estableció una relación, en períodos de estudio, con el Dr. Martín R. Echegoyen que no se cortó con el tiempo, probablemente apoyada en su condición de colegas. Conservo, entre muchos, un telegrama suyo por la muerte de mi padre. La otra persona es Don Luis Batlle Berres y en relación a él voy a compartir con Ud. alguna anécdota que conozco por relato de mi prima, Renée Indart, la hija de Peruchín, cuando terminemos las preguntas; si esto se hace muy extenso quedará para un próximo encuentro.

El descubrimiento de su vocación. En este punto me encuentro con que debería especular, cosa que no quiero hacer, porque siempre me llegó todo lo relativo a su trabajo, sus actividades en la docencia mientras que el punto de partida, la detonante que pueda haberlo llevado a plantarse firmemente en la lucha por la superación de la gente no la conozco. Aprovecho aquí para completar algo de la historia anterior a Rosario. A fines de la década del 10 mi tía Nena se casa con el Dr. Maximiano Martínez Diez y en los comienzos de los años 20 se instalan en Rosario. La abuela Magdalena vuelve a nuestra ciudad con dos de sus hijos, solteros, mi tío Peruchín y mi padre. El tío Goyo se afinca en la ciudad de Rivera donde concreta su vida personal y laboral, ésta por medio de un comercio que yo conocí en un viaje de estudios cuando hacía magisterio. Las grandes distancias hacían que no fueran muy frecuentes las visitas. Tanto mi padre como Peruchín (dentista) ya habían desempeñado tareas de su profesión en Montevideo pero, a partir de ese momento, comienzan su trabajo en los pagos colonienses.

¿Qué significaba para él el ejercicio del magisterio? Anécdotas. Pienso que él tomó su vocación y el ejercicio de su profesión como un aporte para contribuir a la superación del hombre, y por lo tanto de la sociedad, a través del crecimiento cultural siempre signado por la gestación y la reafirmación de los mejores valores humanos. Para ser más explícito quiero decir que, por lo que yo conozco, guiaron su acción principios de solidaridad, de justicia, de pleno y libre desarrollo intelectual (tan importante para la defensa de la libertad en todos los planos), de total respaldo a quienes necesitaron de su apoyo para un mayor desenvolvimiento personal, de valoración respecto a la actitud humana de lucha y sacrificios por el logro de ideales superiores, aunque las dificultades a veces nos hagan creer que estamos frente a una utopía. En este sentido quiero compartir con Ud. una experiencia vivida en mi familia que puede resultar ilustrativa. Había un alumno del Liceo sumamente capaz, intelectualmente brillante, aparte de ser una magnífica persona, José Enrique Freire que, por vivir en un lugar muy alejado, entre otras situaciones, enfrentaba dificultades para poder continuar sus estudios. Mi padre resolvió, entonces, que lo iba a traer a vivir a casa (con el total acuerdo de mi madre plenamente identificada con la propuesta). Así se hizo y pasó a ser, desde mi óptica, otro hermano mayor a quien quise de manera entrañable y de quien, lamentablemente, hace muchísimos años que no tengo noticias; creo que vive en el exterior. Conservo, entre otros recuerdos, una incomparable caricatura que me hizo en una visita aquí en Montevideo (era un dibujante de verdadero talento) y mi hermano Mario atesora con profundo cariño la extensa dedicatoria que le escribiera al finalizar el cuarto año liceal (eran compañeros de clase) redactada con una versificación al estilo del Martín Fierro.

¿Cuándo comenzó a ejercer la docencia como profesor? Mi padre se recibió de maestro y en tal carácter desempeñó su actividad durante muchos años. Trabajó incluso en el medio rural. Cuando comienza a trabajar el Liceo empieza su trabajo como profesor al igual que muchos integrantes del cuerpo de profesores fundadores, algunos de los cuales ni siquiera desempeñaban tareas relacionadas con la docencia pero su cultura les permitía abordar la cátedra con absoluta solvencia. Esto empezó en el año 1933 y es de hacer notar que, hasta el año de su oficialización, 1944, todo este grupo de pioneros trabajó por esa casa de estudios en forma totalmente honoraria, enfrentando y superando, además, todas las dificultades que fácilmente podemos imaginar.

¿Su matrimonio? Se casó el 4 de febrero de 1937, en Rosario, con Lina Geymonat Bonjour. El 27 de marzo de 1938 nació mi hermano Mario Agustín y el 21 de junio de 1945 nací yo, Hugo Raúl. Tengo el recuerdo de un matrimonio marcado por un profundo amor que, como toda pareja y toda familia, debe haber pasado por momentos difíciles pero que en mi memoria no han quedado, supongo que por mi corta edad al morir mi padre y porque después mi madre mantuvo vivo en nosotros el recuerdo de sus mejores valores. Creo que esto fue producto de un gran amor; creo también que esos profundos valores existieron y creo, además, que facilita la tarea de resaltar todo lo positivo el hecho de que la figura no sufra el desgaste que significa el vivir cotidiano. Guardo mucha poesía escrita por él para mi madre, he estado tentado de compartir algunas muestras con Ud. pero considero que algún sentimiento de pudor me limita para hacerlo, tal vez por ser poemas tan personales, no sé. Mi madre también era maestra, trabajó en varias escuelas de la zona y dejó en mi memoria las referencias constantes a algunas de ellas, por ejemplo, la Nº 31 de Colonia Cosmopolita (Tálice)

¿Quiénes eran para él figuras dignas de imitar? ¿Quiénes eran líderes, ejemplos que mencionaba en el diario vivir? Supongo que debe haber muchos ejemplos pero yo quiero simbolizar en una figura las condiciones de líder, político (en el más alto sentido), intelectual que despertaba en él un profundo respeto y admiración. Ese hombre fue, sin lugar a dudas, el Dr. Emilio Frugoni. Por su actividad conoció y trató, además, muchas figuras de gran valor que contaban con su total reconocimiento. Solo como ejemplo le digo que, revisando algunos diarios rosarinos, volví a encontrar un artículo en que se evalúa la conferencia ofrecida en el Liceo por el maestro Julio Castro con la presentación por parte de mi padre subrayando las virtudes de tan digno ciudadano y tan destacado profesional.

¿Era creyente? ¿Religión? Era ateo, no profesaba religión alguna pero, aunque parezca obvio de acuerdo a su personalidad, le digo que sus actitudes indicaron, invariablemente, un gran respeto por toda creencia auténtica y una valoración de los mejores principios cristianos. Para ejemplificar esto le indico dos puntos. He leído, por ejemplo, algún discurso suyo en el que ilustraba determinado planteo con cierta cita del cristianismo y le aseguro que uno de sus mejores amigos, integrante del grupo de luchadores por el Liceo, compañero profundo de muchos momentos, fue el Padre Jaime Cardell Pons, el cura de la Iglesia de Rosario, español de origen pero tan comprometido e identificado con nuestra tierra que entregó sus mejores esfuerzos para la concreción de la obra del Liceo.

¿Cómo se definía políticamente? Era socialista. Sus convicciones ideológicas estaban identificadas con la propuesta de dicho partido; téngase presente, además, que eran épocas en que lideraba esa corriente de pensamiento Don Emilio Frugoni,figura que, como ya dije, significaba mucho para él. Pero debo aclararle que no pertenecía a dicha fuerza política en la condición de afiliado. Pienso que su entrega total al camino que había elegido para realizar su aporte a la sociedad no le dejaba mucho tiempo para un nivel de militancia como el que podría requerir la afiliación. Quizás las causas fueran otras, en realidad estoy haciendo suposiciones. Quisiera insistir en algo aunque pueda nuevamente parecer una apreciación obvia. Era tan fuerte en él su convicción de posibilitar la superación del hombre a través de la cultura que fue ésta su verdadera idea guía. En los grupos de trabajo y de esfuerzo y de lucha que integró siempre primó ese convencimiento, uniéndose los equipos humanos en torno a esa fe compartida y dándose, por lógica de vida, una gran diversidad en las posturas ideológico-políticas de sus componentes.

¿Le interesaban las actividades deportivas? ¿Cuáles? Apoyaba el deporte como actividad que contribuye a un mejor y mayor desarrollo del ser humano, pero además tenía simpatías, obviamente, en el fútbol, a pesar de no ser el deporte que más le atraía. Quiero contarle, en este punto, un recuerdo que me quedó grabado de manera muy especial, tal vez porque el fútbol no era precisamente su mayor pasión. Yo tenía 5 años y miraba sorprendido la atención con que se seguía en mi casa, a través de la radio, la trasmisión de un partido de fútbol. Más me sorprendió la euforia general cuando terminó y recuerdo claramente los gritos de alegría de mi padre y los saltos de todos en casa con el resultado. Era la final del Campeonato de 1950. Pero su mayor simpatía estaba orientada hacia el básquetbol. En este sentido le voy a transcribir algunas palabras de la nota enviada a mi madre por el Sporting Club Rosario a través de su secretario general, el querido Dúncar Valverde, el 16 de junio de 1955 con motivo de nuestro alejamiento de Rosario. Se menciona también en ella a mi hermano Mario, jugador de dicho club. Está dirigida “... a quien ha sido esposa de uno de nuestros fundadores y más consecuentes dirigentes, Don Agustín Indart Curutchet y madre de otro deportista que en defensa de nuestra Institución ha demostrado ser un perfecto caballero...”

¿A qué edad falleció? Diez días después de cumplir 55 años.

¿Como hijo qué recoge Ud. hoy de la vida de su padre? En lo personal siento un permanente compromiso. Pienso que me ha dejado la herencia más valiosa que se puede recibir: un nombre digno y respetado. He intentado actuar en la vida de acuerdo a esa responsabilidad. Eso, en mi concepto, supone fidelidad a valores y principios nobles. El mundo actual trata de hacer esa tarea cada vez más difícil. El intento mismo en sí es válido, el logro sería mejor aún.

¿Qué cree Ud. que diría, si viviese, ante el sistema educativo actual? ¿Y ante el sistema político? Esta pregunta es tan difícil como valiosa. Entiendo que es difícil porque me lleva a teorizar, a suponer que he llegado a conocer de tal manera su modo de pensar que puedo imaginar qué posiciones adoptaría insertado en una realidad totalmente diferente de la que vivió en su espacio y en su tiempo. Puedo deducir que, si estudiara el panorama a partir de ahora, valoraría todo el proceso de acuerdo a los altibajos que el mismo ha tenido. Desde luego que se sentiría gratamente sorprendido, como nos hemos sorprendido todos, frente a la rapidez en los avances científicos y tecnológicos y al hecho de que éstos se consideren para la planificación del proceso educativo. Pienso, por ejemplo, en los niños en edad escolar trabajando frente a una computadora. Considero que también valoraría la formación pre-escolar en la medida en que aumenta la presencia de la educación en el hombre. Pero creo que sentiría un gran dolor o decepción frente a nuevas situaciones en las que se ha restringido la posibilidad de acceso a la enseñanza en lugar de que ésta se amplíe, como fue siempre su objetivo. Y más aún si esto ha significado un retroceso con relación a otras épocas. Estoy pensando, por ejemplo, en el orgullo que significaron para nuestro país los cursos para adultos como baluarte fundamental de la lucha contra el analfabetismo y como un espacio esencial para un verdadero crecimiento cultural. Hoy son historia. No conozco cifras actuales de nuestro nivel de alfabetización. Hubo épocas en que también esos números fueron motivo de orgullo, a mi padre también lo habrían enorgullecido. Quisiera que la realidad no fuera un motivo de decepción para él como para nosotros.

Respecto a la segunda parte de su pregunta le digo que, sin duda alguna, sentiría la inmensa felicidad de que su pueblo haya dejado atrás una etapa tan negra como la que terminó en el año ´84; tengo un manuscrito en que él llama a las dictaduras “lacras esporádicas”, dentro del régimen de vida democrático. Pero considero que sufriría frente a las grandes carencias que nuestro sistema no ha podido superar. Me lo imagino viendo jóvenes que tengan que buscar en otros países lo que no les da el suyo propio, o presenciando el avance de la miseria, para lo cual basta solo salir a la calle, o la muerte paulatina de nuestras industrias, por ejemplo.

El dar el nombre de su padre al Liceo de Enseñanza Secundaria de Rosario debe haberlo emocionado tanto como a su hermano Mario. ¿Qué sintió Ud. en aquel momento? Le puedo asegurar que fue un sentimiento tan fuerte que no encuentro palabras que lo puedan expresar cabalmente. El único componente amargo en ese momento fue la ausencia de mi madre. No podía comprender cómo era posible que hubiera muerto algo más de 2 años antes sin ver ese reconocimiento. Ella fue la figura fundamental para mantener vivo en mí el recuerdo de mi padre y ya le he dicho todo lo que significó para él. Creo que a uno lo tranquiliza la idea de que, de alguna manera, estuvo allí. Para finalizar, quiero agradecer la motivación que me ha dado para este reencuentro cargado de emoción con una historia familiar que, sinceramente, me enorgullece. Quiero dejar también el agradecimiento a mi queridísima prima Renée Indart que me ayudó a recomponer algunos puntos algo desdibujados en esta historia y al entrañable primo Nelson (Nene) Roland, invalorable gestor de encuentros como éste.

Hugo Indart

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