Uribe: arrodillado al imperio

Después de casi de dos años, el gobierno colombiano y Estados Unidos cerraron la negociación del TLC. Para la administración de Uribe Vélez, el cierre significa la aceptación de todas las exigencias norteamericanas.

La famosa estrategia negociadora colombiana que buscaba un tratamiento especial, que pretendía hacer valer su carácter de aliado estratégico de Washington y que había anunciado que defendería el agro y las sensibilidades productivas del país, fue un estruendoso fracaso. Los anuncios hechos durante todo el proceso de que no le servía a Colombia un acuerdo como el firmado con Centroamérica o Chile, pues el gobierno tenía el objetivo de que Colombia fuera ganadora neta, fueron desmentidos por los hechos.

La verdad es que el gobierno firmó todo lo que Estados Unidos le propuso. El TLC en su parte normativa es idéntico a los demás tratados impuestos por esa potencia y en los cronogramas de desgravación va a exponer a la producción nacional a la competencia desleal con los monopolios estadounidenses.

El gobierno de Uribe fue víctima de su debilidad y obsecuencia, al necesitar del apoyo de Bush a sus planes de seguridad democrática y al estar bajo la mirada crítica de importantes sectores de ese gobierno que, con escándalos como la presencia de paramilitares y las torturas sobre jóvenes soldados, ven difícil venderle al Congreso estadounidense la necesidad de aprobar este Tratado. La afirmación de que vamos a conquistar el mercado de Estados Unidos es una mentira. Todos los estudios realizados previamente, mostraban que aumentaran más las importaciones que las exportaciones, que Colombia quedará sujeta a los vaivenes de las finanzas internacionales sin mayor capacidad de control de su propia economía, que habrá una reducción en los ingresos del Estado y que el aumento en las exportaciones no tendría mayores repercusiones, pues ni existe la oferta exportable ni los Estados Unidos eliminarán la protección de su economía ni sus subsidios a la producción agrícola.

A pesar de eso y basado en argumentos puramente ideológicos que simplemente reflejan la obstinada fe en los dogmas neoliberales, el gobierno está embarcando al país en la peor subyugación foránea desde los tiempos de la Colonia. Estados Unidos es el ganador del TLC y podrá exportar sus excedentes, controlar la economía colombiana, explotar la mano de obra barata de la población y apoderarse de sus recursos naturales, incluyendo la biodiversidad, el agua y los conocimientos ancestrales. A pesar de la retórica gubernamental sobre la preservación de la unidad latinoamericana, la Comunidad Andina de Naciones quedó gravemente fracturada e incluso para cerrar la negociación, Colombia tuvo que pasar por encima de la normatividad andina y desacatar un fallo reciente del Tribunal Andino de Justicia sobre propiedad intelectual.

Para completar el escenario de arbitrariedad, también desacató el fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca que le prohibía suscribir el Tratado. Ahora, el análisis del texto, permitirá desentrañar todas las entregas que hizo el gobierno y profundizar sobre los reales y graves costos del TLC. La resistencia no ha concluido; simplemente entra a una nueva etapa. Al lado de la imprescindible y obligatoria movilización popular, debemos exigir a los candidatos al Congreso y a la presidencia que expresen en forma clara su oposición al Tratado, presionar al Parlamento para que no lo apruebe y llevar a la Corte Constitucional la explicación de sus efectos perversos sobre el país. Contamos con la ventaja de que la opinión está mayoritariamente en contra del mismo y hay una decisión unánime del movimiento popular que se acrecentará con el aporte de los hoy claramente damnificados en todos los rincones del país. El Cuchipe Comitê de Solidariedade ao Povo Colombiano [email protected]

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