Lembrando a bomba atómica

VENABLO, BODOQUE, FALÁRICA...¡Y LA ATÓMICA!

En el mes aniversario de los ataques atómicos estadounidenses contra dos ciudades japonesas, se recuerdan armas antiguas que quizás, entonces, originaron el mismo terror, pero que no mataban tnta gente en forma simultánea.

Por: María Rodolfi

Pando, Canelones, Uruguay (INPA) Una sola flecha terminó cerca de aquí con la vida del conquistador español Juan Díaz de Solís en 1516 luego de que hubiera explorado la Península de Yucatán. El indio charrúa que se la lanzó, seguramente no sabía que el intruso europeo ya había tomado posesión, en febrero, de toda la costa uruguaya y alrededores.

Una sola bomba atómica dejada caer sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 produjo, inmediatamente, más de 60.000 muertos y unos 100.000 heridos. Y otra sola bomba- también de los Estados Unidos-, lanzada contra Nagasaki, tres días después, sumó 80.000 muertos más.

Aquella flecha americana arrojada por un ignoto salvaje dedicado sólo a la caza, liquidó las ambiciones del navegante que había descubierto el Río de la Plata y tomado todo lo adyacente en nombre de su rey, que estaba muy cómodo en España.

Los dos mortíferos artefactos atómicos del siglo XX, armados en Alamogordo, Nuevo México, bajo la dirección del físico Robert J. Oppenheimer, ayudaron al presidente Harry S. Truman a doblegar el fanatismo del Imperio del Sol Naciente y terminar así la Segunda Guerra Mundial.

Más recientemente, esta vez en directo por radio, televisión y fotografías al segundo, casi toda la población mundial siguió, a partir de la medianoche de Irak, el ataque masivo contra la capital, Bagdad, ordenado por el sucesor de Truman en la Casa Blanca, George W. Bush.

Armas conocidas y otras nuevas se probaron y fue larga la mezcla de luces, estallidos y ruidos diversos. Pero Bush, a diferencia de Truman, y después de varios años, aún no logró sus objetivos. Y ahora es Estados Unidos el que allá suma muertos, algo que a los compatriotas del presidente invasor, obviamente, no les gusta.

Se dice que hoy tanto Washington como Rusia tienen armamentos mucho más sofisticados y letales que los que vimos, asombrados, aquella noche de horror. Lo que brinda certeza de que la carrera de destrucción no se detiene desde que comenzó el uso de la pólvora.

Antes, estaban las "Máquinas de Guerra" o armas pesadas que servían de piezas de artillería en los conflictos bélicos del mundo antiguo y medieval. Y griegos, al igual que romanos, las usaron con eficacia en batallas campales. Algunos nombres son:

Falárica: empleada en batallas navales antes del siglo XV, servía para arrojar proyectiles candentes sobre los navíos enemigos,

Barreno: se usaba para horadar el mortero o argamasa de las uniones de las piedras de las murallas, Ariete: servía para derribar las puertas o murallas de la plaza cercada,

Trabuco: su gran poder destructivo le permitió sobrevivir durante mucho tiempo en los campos de batalla de Europa,

Catapulta: el sistema de propulsión de esta máquina era la torsión y sus proyectiles eran rocas de gran tamaño,

Ballesta: aunque podía disparar piedras y bodoques, sus proyectiles eran generalmente lanzas, venablos y otras armas arrojadizas.

Todo parece poca cosa con la tecnología y las máquinas de guerra, incluso espaciales, hoy a disposición de las potencias.

Se calcula que las más grandes, más abastecidas, tienen, desde hace años, santabárbaras nucleares con las cuales se podría destruir este planeta no una vez...¡sino cinco veces! ¿Quedará alguien como testigo para el segundo intento?

Huelga imaginar, por lo tanto, el resultado final si, en vez de un contrincante, son dos o varios los que deciden iniciar este intercambio de regalos explosivos, en nada parecidos a un piedrazo arrojado por una catapulta.

Fonte: INPA

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Author`s name Timothy Bancroft-Hinchey
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